Es de noche y un magnífico árbol
Atraviesa el cielo silente y planetario.
En cuya copa distante de la baja oscuridad
Se encuentran las lejanas puntas de tus pelos,
El olor a sol del verano anterior.
Y a medida que examino su tronco
Nuevas cortezas se me van revelando.
Un rostro se despliega entre ellas,
Zanjas húmedas y milenarias,
Canales por donde fluye la savia.
Es tu rostro. Tus ojos cerrados por párpados de madera.
Mientras tanteo los espacios vacíos de mi quijada
Observo bajo la tuya
continuar
El pecho poderoso de aquel árbol,
Regado también por algunas lágrimas,
Anteriores a tu meditación o descanso,
Que terminan por nutrir las raíces
Del final de tu cuerpo.
Javier Velasco
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