Yo quería ser uno de esos gigantes, esos que
eran temidos por los ancianos de la comunidad. De joven me contaban increíbles
leyendas de aquellos seres. Tengo aún memoria de la primera vez que vi a uno:
mi cuerpo se detuvo y quedé anonadado con el semejante tamaño de aquél
monstruo. En un comienzo tuve miedo, pensé que podría aplastarme en cualquier
momento, pero poco a poco del miedo nació la curiosidad.
Desde aquél encuentro, comencé a espiarlos y a
estudiar sus costumbres, me obsesioné... Recuerdo haber pasado días enteros
pensando cómo sería ser tan grande. De toda mi gran familia, debí haber sido el
único en fantasear con ellos. Me distraje lo suficiente.
Fue la última noche de la época de
recolección, antes de las Grandes Lluvias, que sucedió. Fue muy rápido todo, no
alcancé ni a pensarlo, ni menos a medir todas las consecuencias que traería,
pero lo hice. Esa noche mirando las lucecitas en el cielo, una gran línea
blanca cruzó la oscuridad. Aluciné. Deduje que era una señal del más allá para
mí, y en consecuencia, pedí un deseo.
A la mañana siguiente, había dejado de ser una
hormiga de la Comunidad Horizontal del Cuadrante Syghlt y me había transformado
en un coloso, autodenominados "humanos".
Nunca una mañana había sido tan bizarra. Era
como si mi imaginación tomara vida. Desperté sobre un césped a medio cortar, el
sol me hizo desvincularme con mi estado somnoliento debido al calor. En un
comienzo, pensé que seguía soñando, sin embargo, luego me di cuenta que aquello
era real: mis extremidades se habían transformado en entes corpóreos, había
perdido mis antenas, mis patas, mi ser…
¡Me convertí en un gigante! grité lleno de
emoción, pero el sonido que produje me causó más desorientación y misterio que
expresión de alegría.
Después de un rato tendido reconociendo mi
cuerpo, me preparé para moverme. Los primeros intentos en levantarme fueron
inútiles, no tenía equilibrio alguno. Probé mirando al cielo y también, a la
tierra, y a pesar de ello mis fuerzas no lograban soportar mi gran peso. Decidí
arrastrarme, por instinto tal vez, y pude avanzar.
Estaba excitado, empezaba a controlar mis
energías y movimientos. Fui aprendiendo.
Todo era nuevo para mí, en este día mágico,
nada calzaba con nada. Con lo que más mi mente alucinaba era mi enorme visión.
Era indescriptible el cambio, mi mundo dio un giro totalmente inesperado: la
profundidad de mi percepción, la infinita gama de colores, los tamaños de las
cosas…
Aún no lo podía creer, todo aquello era tan
irreal. Algo en mi interior me incitaba a pensar que era una jugarreta de mi
mente, algo temporal, un día lleno de mística e incomprensiones quizás. Pero,
desgraciadamente, no lo fue…
Thor
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