El zaguán es la máscara del Mundo.
Por ahí transitan los pies
De quienes quiere que lo habiten.
Ahí convergen las voces
En el jardín antes disipadas.
El ojo visitante difiere del resto:
Solo ve algo peor que lo suyo
Y asevera lo contrario.
Una vez dentro
La gente dispara polémica
En la sala. Música de fondo,
Hambre acumulada.
El metal rompe a cuchillazos la loza,
Burdeos los dientes y el cristal batido en la mesa.
Ruge el Mundo pero la gente
Está satisfecha.
Todo se mueve en ese espectro
De espacios permitidos
Y en exceso iluminados.
En la sombra permanece el trabajo,
Las manchas y el humo que te esconde.
La habitación silenciosa
Y el corazón del Mundo en mi armario.
Chicha Ruidosa
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