"Pero la cosa ya no tenía arreglo. Ocho días más tarde, cuando estaba tendiendo la ropa blanca en el patio, tuvo un vómito de sangre. Al día siguiente, cuando Charles estaba a punto de correr las cortinas de la ventana de espaldas a su mujer, ella dijo: "¡Ay, Dios mío", lanzó un suspiro y perdió el conocimiento. ¡Qué cosa más sorprendente! Resulta que estaba muerta.
Al salir del cementerio, cuando ya había concluido todo, Charles regresó a su casa. No había nadie en la planta baja. Subió al piso de arriba. En su cuarto vio un vestido de ella colgado al pie de la cama. Se apoyó contra el escritorio y se quedó allí hasta que se hizo de noche, sumido en un doloroso ensimismamiento. Ella a fin de cuentas, le había querido."
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