En la época en que el Titicaca, aún no era lago, existía un
monte llamado Irina.
En el monte Irina vivía un reino de árboles nativos, cuyo
rey se llamaba Tawakuyo.
Tawakuyo nunca fue bueno con su gente, era un rey avaro y
miraba con desprecio a su pueblo, con cierto desdén. Él vivía en la cima del
Irina, y tenía la vista más hermosa del lugar, mientras que los otros,
amontonados, no podían ver nada.
Fueron pasando los años, y los árboles comenzaron a
indignarse con Tawakuyo ya que ni siquiera quería compartir sus eternas
visiones de la vida cordillerana.
Entonces, todo el pueblo del monte Irina, harto de tanto
egoísmo, comenzó a rezarle a los dioses de la lluvia y del sol, para que le
causaran infortunio a su detestado rey Tawakuyo.
Un día cualquiera, Inti se encarnó en un águila, se
escabulló entre el bosque y dialogó con los pobladores de Irina, que tanto le
habían suplicado.
Al anochecer, los árboles se habían transformado en grandes
cantidades de agua inundando la cordillera con un lago y condenando a Tawakuyo
sin reino y en soledad infinita.
Hoy, aquellos que viajan por las aguas del Titicaca, verán
una isla muy chica con solamente un árbol. Aquél árbol es Tawakuyo, quien tuvo
que pagar su soberbia con tristeza y silencio.
Thor
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