12 de abril de 2014

Batalla perdida

“¿Será esa la salida de nuestra cúpula citadina? Parece que hay otro mundo, se ve todo tan blanco, se ve todo tan limpio. ¿Cómo llego a esa altura? Quiero ir a ese lugar, a ese infinito calor. Me duelen los ojos de tanta perfección, me duele la cabeza.  ¡La están cerrando! ¡Paren, sucios dioses, no nos dejen aquí encerrados! ¡Quiero vivir con ustedes! Aquí me asfixio en este humo gris y sucio. No se lleven nuestra luz... No se lleven nuestra luz... Se está cerrando el círculo, está siendo tapado por un corcho gigante. Qué pena. Nuestras horas están contadas. Tal vez se peleen los grandes por el oxígeno, lo poco que queda… Tengo miedo. Todo está oscuro ahora. ¡Ábrete sésamo! ¡Vamos! Todos juntos: ¡Empujemos! Ayúdenme.”  
Gritó y gritó un niño en la plaza del mercado, mirando un eclipse con ojos aturdidos y llorosos. Algunos pasaron y ni siquiera miraron, en cambio a otros les llamó la atención y voltearon algunos segundos.
Un hombre de chaqueta gris, sentado en una banca a un costado de la plaza, almorzaba con una actitud un tanto apurada. Alcanzaba a escuchar los alaridos del pequeño, que poco a poco, comenzaron a agitarlo, hasta que llegaron al punto en que el hombre se puso de pie y se acercó al niño.
“¡Se llama eclipse solar, ni hoyo, ni corcho, ni nada! No significa nada para nadie. Ahora,  ¿puedes hacer silencio en mi poco tiempo libre?”
Sus palabras fueron secas y violentas. El niño quedó pasmado y una pequeña lágrima brotó en su mejilla.
Y una vez más, la ciencia asesinó a luz pública, una pobre e inocente imaginación.

Thor

No hay comentarios: