Revista edición INVIERNO n°4 Octubre 2015






INVIERNO

De una extraña manera, somos el reflejo del tiempo que nos toca vivir, de los segundos que se tropiezan fríos, de la gota que olvida caer, de las estaciones que van pasando sin advertir la inescapable rectitud. El invierno es largo y brumoso, y sólo palpando hacia la nada podemos realmente encontrarnos.
La tinta es estricta presencialidad, es fina historia en todo su despliegue. En esta cuarta instancia, se construye un punto de convergencia, un grabado de estos días para intervenir en la memoria. Hoy, poblamos nuestro espacio bajo una misma linealidad tormentosa, bajo la misma lluvia que se escurre por entre los poros de nuestra piel desprotegida.
El tiempo ya no nos aprieta, nos transformamos en brote a nubes grises y tierras húmedas. No hay abandono que nos desencaje de nuestra era.
La integralidad de los ciclos dependerá directamente de nuestro afán por gritar, o bien de nuestra búsqueda por aquietar las aguas con apacibles susurros.
La vida también son los cantos que no se oyen.





Olos

Si fuera todo tan fácil como la lluvia de esta noche de agosto.
Poder vaciarse desde la médula, simplemente dejarse derramar como las gotas que lloran sobre el techo.
No estaría mal estar como antes, a salvo de los laberintos, a salvo de la individualidad condicionada. Ya son muchos los tiempos que a la vida la dejaron sola, los días parecen años de infinito invierno.
Hay de esas veces en que trato de recordar las caras. Pero no puedo. Las he olvidado, y peor aún, pareciera que nunca existieron. Anónimos somos todos.
La punta de mi nariz está entumida. Al igual que mis manos. Nariz que no huele, manos que ya no tocan. Un ciego diría que mi cuerpo está muerto, que de tanto pensamiento me olvidé respirar.
Hoy vivo gracias al aire que no me abandona, al silencio que no toca la puerta.
La soledad es una dimensión perdida, es la estación lluviosa que no existe en las tierras de único sol. Son los encendedores que ya no sirven y que se acumulan entre los cajones.
Ayer me corté el dedo y me salió sangre, sangre viva.
Me puse a pensar de dónde venía la sangre. Por dónde se escurría, dónde reposaba tibia.
Después, extrañé un pulso, un brote, un corazón. Una cualquier palpable existencia que acompañe los días.

Antho


...

Los ojos se adaptan a los espacios oscuros de la imaginación

Anónimo


Soslayo

¿Quién será el siguiente en caerse de cabeza?
Mis dedos vigilan simétricamente al anterior, o a quién se atreva a anteceder el acto, o a la voluntad de estos tiempos. Ya no conozco a nadie que se escape de la vista, ni el mínimo centímetro que de las líneas se haga sombra. Y sigue siendo ficticio, como si la forma fuera primeriza en el momento. Y el cansancio que ya nunca llega, y que a la vez pesa, pero en otros términos que rehuyen las verdades. O miedos de verdades, o cualquiera de esas varas que buscan enderezar, o palabra que se vuelve costumbre.
Nunca entendieron a los bosques, razones de abnegado.
El que vive esbrutes desliza sus candados.

O'2|3'

...

Una gota, tras otra, tras otra.
Más caen, más caeran. Yo también me deshago.



DIEGO HUBERMAN 

Invierno ausente

Peor que la inundación y el colapso
es el invierno ausente,
preferiría yo verlo desplegar sus grises nubes
cargadas de fluvial despojo
y arrojarse con desacato sobre mis ropas
y mis techos
antes que presenciar su ausencia
que sólo alimenta con humos y cuervos
mis adolescentes ganas de una primavera plena
y próspera
¿Qué clase de primavera sucede a un invierno ausente?

Peor que una tormenta y sus daños
es el invierno ausente
preferiría yo oírlo tronar en todo su registro
y vislumbrar el destellante baile de sus relámpagos
haciendo temblar mis tobillos
antes que presenciar su ausencia
en la pintura de los inmuebles
que se descascara, seca, como los sueños
de una flor inválida
¿Qué clase de frutos da el árbol que careció de lluvias?

Peor que el frío y la inmovilidad
es el invierno ausente
preferiría yo sentirlo congelar mis párpados
mi garganta y hasta mi corazón juvenil
antes que presenciar su ausencia
en el hombre que no llora el llanto
y que tala los bosques de su propia alma
sumido en una sonámbula inercia
¿Qué clase de personas trae consigo la represión del invierno?


IX

La lluvia no siempre cae recta al suelo, a veces el viento encorva su trayectoria. Si quisiéramos mantener encorvada la lluvia tendríamos que administrarle una dosis permanente de viento, lo que según he podido comprender gracias a los molinos, significa una importante cantidad energía; energía que tendríamos que proveernos de alguna otra parte; parte que ante el robo energético perdería su equilibrio, buscando a su vez, socorro en otras partes.
A veces me pregunto ¿Qué clase de estúpido gastaría tanta energía para encorvar la lluvia?¿Hasta dónde puede llegar la estupidez humana? y me digo a mi mismo, “en el mundo hay personas estúpidas”.
Y otras veces me pregunto, ¿Qué clase de viento permanente tiene así de encorvada mi espalda?¿A qué otra parte le robará su energía?¿Por qué será tan difícil aceptar desde nuestro cuerpo la rectitud de la caída?
De las últimas preguntas no he obtenido respuestas pero he enderezado mi postura, no así de las primeras (lo que las revela como viento permanente).



SÁNTROPEZ


Turbio día gris.

¿Qué soy? Un esbozo en un verso.
Un temporal en Agosto, o
La risa de un niño.

Dónde vas, pregunta un cadáver
De sombrero negro.
A tu encuentro.
A ser palabra, blasfemia o veneno.

Pregunta de nuevo qué soy.
¿Qué eres? Tú y nadie.
¿Dónde vas? A mi muerte,
A la dicha de mi muerte,
Siendo sombra y Nada.
-------------o-------------
Con este frío tan perro y vil,
Yo que de empático tengo más que la “pe”,
Me apiado de un pétalo.
¡Pobrecito!
Cubierto de rocío y escarcha
Parece una corona o
Un escarabajo brillando entre la niebla.
Poco a poco logra desprenderse
De las telarañas del hielo, para
Resplandecer magnífico
Como relámpago en el infinito.
Y con él sobrevive la humanidad.
-------------o-------------
Los temporales son amargos
Como el cuesco de un membrillo.
Y hoy por hoy son dichosos,
Majestuosos.

Refugiarse debe hacer el hombre de sal
O de arena
O lamento sino
Quiere perecer bajo el velo del agua.
Son tiempos de silencio, lo dice el invierno
Con su aleteo de colibrí.
-------------o-------------
¿Qué ocurre en esta habitación?
Huele a humo y no ocurre nada.
Robo palabras a la vida y,
Con cierta elegancia ya sólo es ida.
-------------o-------------
Tumba o mármol, colilla de mundos.
Turbio día gris que ya es noche.
El sueño ignoto espera dulcemente mi espalda curva.
No hay flores, ni risas, lamentos ni rezos.
Queda el espejismo de un día,
Una bruma de memorias blancas.
Y duermo sólo: como serpiente o
Alacrán.


Un montón de torpes pájaros 

Ahí afuera hay un montón de torpes pájaros
Posados en la copa de un árbol muerto,
Revolotean y figuran ser ceniza que dejó el otoño,
O un puñado de plumas que despojó un cisne negro.

Se miran incrédulos y no poseen escrúpulos
Para molestar a aquel árbol muerto.
Viles canallas, son epitafios de carne y plumas
Posados en las alturas de un árbol que fue y será frondoso.

El aire los agita. Tambaleándose
Se entrecruzan con el viento y parecen
Bailarinas mancas o gladiolos marchitos
Desprovistos de piedad con aquel esquelético abedul.

Un torbellino los eleva al vuelo,
Pero es efímero el tiempo de su andanza y
Vuelven graznando o como riendo al follaje lapidario que
Les sirve de aposento y fetiche mortuorio.

Tristes pájaros, grotescos hasta la médula
Son la única rosa que nos deja el invierno,
La savia de ese abedul sombrío y pálido,
La belleza metafísica del musgo.


A las amistades.

Yo no sé cómo actúan los demás
Pero a menudo mi persona
Aborrece a las falsas amistades y,
No tan sólo a ellas sino que a todas
Las amistades del mundo.

Esas amistades de morisquetas en la boca,
Llenas todas de sal y con el hábito nauseabundo
De devorar la vida a costa de resucitar los egos. Que no son pocos.
De pusilánimes disfrazados de falsos samaritanos,
De benevolencia caritativa, aun arraigada hasta la médula la moral cristiana
Que es la más odiosa de las amistades habidas y por haber.
La muerte y el silencio guardan la amistad infinita y absoluta
Que el tiempo adolece, más éste entrega memorias y no torpes cruces.

He sido amigo por mucho tiempo de falsedades,
Y mi semblante de niño triste
No puede seguir poniéndose máscaras de
Consentimientos hipócritas.

Oh amigos, Perdónenme
Por preferir esta noche el silencio
A su compañía tan grata.


Un segundo tormentoso 

Una Hoja en Blanco.
Este asco que me place.
El salpicar de una gota de sangre de un ojo
Y que se desvanece antes de tocar el piso;
Así nace un eufemismo.
Una dicotomía fútil, una letra vertiginosa.
Un grito o un grillo.
Un silbido en el espacio,
Un espectáculo pirotécnico en la palma de la naturaleza.
La aberración incongruente de la existencia
O la necesidad.
Un ojo que se cierra.
Un olor a sal.
Eso me causa este segundo que desapareció
Y que me desespera.


Manos 

Heme aquí, solitario y oscuro,
Conjurando armar el tiempo de nuevo,
Para dejar de sentir la angustia febril
Que me clava a los recuerdos.

Heme aquí, atolondrado, medio marchito,
Inquieto y furioso como las olas muertas
Que rompen en la orilla,
Podridas de tanta sal y azotarse en vano.

Sal que es todo brote envenenando mis pasos torpes,
En una noche inmensa, donde lo más cercano
A ti que estoy es con la llovizna de esta playa abandonada,
Mojando mi cara de metal
Que tantas veces fue acariciada por tus manos de terciopelo.

Aquí me tienes, aunque ya no exista,
A pesar de los cadáveres que cargo encima,
El tiempo me va opacando cada vez más y es él mismo
El que urde el laberinto eterno de esta fría distancia.
Aquí yago, flotando fantasmagóricamente
En la sombra del sueño de alguien, que siempre eres tú
Contenida y muda, deshaciéndote en mil pedazos
Cuando te rozo la mano, que es mi mano,
En tu sueño, a la vez.


Pájaro muerto

Hoy estoy sin ti, de nuevo.
Veo consumirse lentamente el carbón de la estufa
Y su calor es sangre.

Me inclino a él con los ojos cerrados
Y me tiritan los párpados.

El fuego que allí arde; melancólico y viejo
Conserva mi infancia donde tímidamente
Quemaba el queso añejo al lado de mi abuelo
Que ahora es tiempo.

Tu ausencia hoy no es puñal,
Ni herida,
Ni lápida.

Vuelvo a revivir el fuego con un tibio soplido,
Y así como todo se incendia de nuevo
Arde con triste espanto
El recuerdo de tu presencia
Que pronto será ceniza, pájaro muerto.


Al río

Con su semblante de infinito y
Su pálido azul rugoso, sonoro y melancólico
Como violines tristes y desafinados,
Se sacude al compás del tiempo.

El viento le acaricia la piel - y las olas -
Pequeñas como uñas, que se forman en su frente de gladiolo,
Asemejan a una cofradía de cisnes perdidos en búsqueda
De un ángel ahogado.

En su belleza abundan los secretos del olvido,
Como péndulos lúgubres, y en
Su interior la luna reposa sin saberlo,
Como espuma o sal.

Los pescadores y sus botes; los hombres
Y sus cañas le tocan los ojos anegados y
Una súplica se dibuja en el cielo, el Hermano impávido
Que no entiende su razón de ser.

Las aves y la niebla te desafían acechando
Tu superficie de paloma, y su vuelo de escarcha
Te irrita en la sien blanca de silencio.

Tu esencia de tiempo absoluto vive en
Tu búsqueda de nuevos horizontes,
En pasajes siempre abiertos para un viajero de tu calaña,
Tan sereno e imponente.

El inicio y el fin de la vida están en ti,
En tu belleza de crepúsculo otoñal,
En tu párpado de cristal plateado;
En tu abrumadora serenidad caduca,
En el relámpago amarillo que te atraviesa y  que nadie ve.


Un sueño

Como una puerta al infinito, cautelosamente,
En un sueño de pétalos
Fui adentrándome.

Ahí estaba el lechero de la infancia,
Melancólico y con brazos espasmódicos,
Me miraba con ojos de niño ciego y
Me acongojaba.

Una mujer en las alturas de un risco,
Bailaba con su pelo al viento,
Desgajándose mechones de su cabellera negra absoluta,
Sacrílego acto estando tan cerca del cielo y,
Una lágrima caía por mi rostro.

Una trampa me jugaban los objetos,
Que me acechaban con su marcha de muerte,
Y mi cuerpo tiritaba frente al ejército
De las cosas pálidas.

La telaraña de imágenes que propone un sueño
Se hilvana camino a la ciudad,
Donde en los campos cubiertos de rocío matutino,
Los caballos reposan recostados en el pasto humedecido,
Donde aún vive el llanto amargo,
De la noche que con hastío y clamor nos mostró,
Una vez más,
La ventana siempre abierta a la eternidad,
El umbral al Todo.


Una noche 

En la quietud altiva del silencio,
El tiempo presiona las paredes marrones
De un espacio finito.

No se oye el tic-tac venenoso,
Sino el zumbido perpetuo de una ampolleta añeja
Como el vino en la mesa de mi abuelo que murió solo,
Sin tiempo y
Sin luna.

Es la sustancia de la experiencia
El recuerdo que guía a un torpe cuerpo invernal,
Crepuscular y trágico.

La noche,
Con su silueta de absoluto sostiene en su seno
A colmenas de estrellas desesperadas,
Que aparecen y desaparecen.
Desde aquí las palpo cálidas, como la primavera
Que te roza las mejillas simples como calas.

No sé en qué estación del tiempo estamos,
Si aún es invierno con su cara de palabra
O este viento que refresca la frente es primaveral,
Como pájaro canoro.

Pero ya es tarde y, la noche
No sabe que la sentimos con alevosía y
Manos frágiles.

No le importan nuestras plegarias,
Ni el lamento de un perro,
Tiene en su boca a la luna atorándole la existencia;
Y a nosotros, que nos helamos sin consuelo,
Nos deslumbra a ratos con cometas y verdades
Que nos afligen hasta esperar el alba, seduciéndonos,
Por fin, a existir.


El día es un fierro

El día es un fierro, y de hielo,
Una arpía cruda y maloliente repleta de escarcha,
Un par de guantes plásticos, un dado transparente,
O un montón de hormigas en la aorta.

Un paraje de plata, un pétalo triste saludando al sol,
Un último beso en la frente del muerto,
Un pavo real inocente, crepuscular y absorto
Mirando con dulzura al gusanillo que se esconde
Paranoico en la tierra.

El día es frío, elegantemente frío,
Con túnica rosa y voz de ciruela,
Extiende un manto caoba de multitudes de
Palomas lilas en la atmosfera infinita;
Que es humana,
Metafóricamente humana.

En el día que en un santiamén es puro hielo,
Hay una esperanza gris que resalta como rosa,
Bajo el primero o el último rayo de un triste sol
Del agosto seco,
Cae, sumiso y taciturno, el rocío
Púrpura de un montón de diminutas flores.

El día debía acabar, se tenía que acabar,
Eso iba a suceder, como un pájaro que muere solo en su nido,
Pero mis muertos se me quedan en las manos,
Respirando cautos y asustados, bajo este velo de frío sepulcral.


Una tarde

Afuera llueve y hay un día de sol.
Por alguna parte se siente venir a la primavera inmaculada.
Las gotas de lluvia caen como plumas y riendo,
Y estos hostiles versos no encajan con un día como el de afuera.

Hay tanta soledad en el entorno,
¡Qué osadía de la primavera irrumpir a este invierno marginal, y no marcharse para siempre!
Cuán viviente y anhelante llega a ocupar
Los mausoleos de estos tristes cuerpos grises.

Las nubes como lenguas de mariposas
Deambulan solitarias con la sutileza de un cisne.
De los árboles aun desnudos, penden
Hilachas y rocío; y todo ello también está solo y desprovisto.

La primavera rosa se avecina,
No te marches esta vez, no te marchites
Con los brotes de lirios y abedules; llega, sigilosa
Como animita de niño huacho y haz resplandecer
En un estornudo agripado tu erotismo sublime e infinito.




Invierno

No te quiero y no me gustas
¿Será porque te pareces a mis días?
Grises, como sol que nunca brilla,
Fríos, como amanecer de niebla tibia.

No te quiero y no me gustas
¿Será porque te siento como mis noches?
Revoltosas, como constante lluvia adormecida,
Inquietantes, como humedal y tierra fría.

No te quiero y no me gustas
Quizá porque recuerdas lo que se olvida…
Quizá porque no huyes y aprecias la salida…
Porque no sufres brisas ni despedidas,
O quizá porque me aferro a tu estupidez entumecida.

No te quiero y no me gustas
Porque en tu ausencia me vería
Y porque en tu huída se reflejaría
Mi invierno que grita a su sorda y fría materia viva.

.nàreT 


Noche de invierno

Invierno, culto al fin de la fría brisa de la época,
son ramas desnudas ante la inmensidad de tu color
en mi concepción de la mente en olores de una planta;
planta que me precipita, me convence en que te piense,
en que tus cándidas curvas tropezarán en mí,
dónde destruiste más que la falta de fuego,
lo pienso, te siento, intento.

Nicolas Katriansky



Los dolores humanos

Era la noche amarga del sudor y la herida,
la venenosa llaga de aquel grácil invierno.

Tenía el alma un llanto por la dicha aterida,
una fuente brumosa de clamores internos.

No había nada, nada: la atroz desesperanza
iba lánguidamente maquinando su efecto

en el pensar errante, cuando soltó su lanza
sobre el nido piadoso de los sueños abyectos.

Y en esta absurda hora donde arden mis manos,
tengo la misma llaga desgarrando mi mente.

Convergen en mis sienes los dolores humanos:
el pasado, el futuro, la niebla del presente,

el anhelo, la espera, la ilusión, la memoria,
el delirio, el vacío, la fatiga, el tormento…

No queda más, entonces, sino aceptar la historia:
la condición humana es sólo un eco sangriento.

Y en la resignación de esa condena aprendida,
veo el fútil designio que ha de darle a la vida
su rotación eterna entre supuestos y dudas.

Invierno gris del mundo, siempre serás lo mismo: 
una sola marea hundida en un paroxismo
de agonía y hastío sobre tus velas mudas!

Alyosha Mishkin


Petricor

Me embriago de este frío melifluo
Nocturno empalagoso se hace de mis sentidos
Yo inútilmente histérico
Inhalo el brío del cemento mojado
El barro se humedece
La suave fascinación de las gotas
Al azotarse desesperanzadas sobre el pavimento
Me duele hasta mí
Hasta las patas
Hasta la tierra donde nací se remece
Las lagrimillas se reflejan bajo la farola anaranjada
Este cielo pálido y cortado se moja en todo
Me moja a mí y se caga de risa
Mojado yo soy más triste
Mojado me enojo y dos veces
Me acuerdo de todo lo negro
De una casa sin visitas
De la cama para uno
Yo en la ciudad del diluvio
Donde las goteras son la orquesta
De una casa vacía
No la escuchan ni mis tímpanos
Tengo la cabecera sobre la cabeza
Y los paraguas gritan hacia el cielo.

Tespis


Carta al invierno

Estimado señor invierno,
le escribo la siguiente misiva
para comunicarle que usted
ha roto el pacto tácito que existe entre nosotros,
los seres
y usted, la estación helada. 
Se ha pasado de la raya. 
Le comunico que su polución gélida 
me ha terminado infectando.
Subió por mis vértebras 
y me ha congelado hasta las ideas.
Las palabras no dichas yacen entumidas
en el fondo de la imaginación. 
Se me aparece en cada pensamiento,
en cada aroma, en cada canción.
Ni mi origen austral, ni los chalecos de mamá
me han rescatado
de esta sensación atmosférica asfixiante. 
Por lo tanto, le informo que su onda polar
debe retirarse para el plazo convenido
(Se lo reitero:
entre el veintiuno de marzo y
el veintiuno de septiembre,
no quiero que se pase de listo).
No sea cruel,
tú y tus sombras terminarán por destruirme.
Siento que se me esfuma el talento
en cada bocanada de aire frío.
El oficio poético se derrite con el hielo
y se confunde con los ríos
que bifurcan mis carencias.
Esperando una respuesta positiva,
se despide:
un joven preocupado. 

POSDATA:
Yo sé que cuestionará
que intento echarle la culpa por mis errores. 
Si supiera cuantas memorias,
cuántas pérdidas, 
cuántas horas de soledad están asociadas
a ESTE invierno,
podría encontrarle la razón a
esta falta en la inspiración.

Claudio Yunge 


Lluvia

Gotas guiadas por el viento
empapan mi ropa y mi piel,
no deja de llover,
no deja de llover,
no deja de llover.

Mientras en sur América
el sol comienza a aparecer
con silbidos de pájaros
cuecas, terremotos y réplicas,
pero aquí...

no deja de llover,
no deja de llover,
no deja de llover.

Levanto la vista hacia el cielo
los rayos ocultos están
por nubes y además
fijo no puedo mirar
que las gotas tocan mis pupilas, 
me hacen parpadear.

Pese a esto en el horizonte
pude imaginar, gracias al agua
y a un pájaro que buscaba su hogar,
la cometa de un niño volar.

¿Volantín de plástico
cómo te voy a olvidar
si el invierno se fue 
y la primavera hay que celebrar?

Se hace difícil celebrar
en este nuevo lugar,
en el hemisferio norte,
donde el otoño 
recien ha de empezar.
Allá las flores van a brotar
y los árboles crecer
pero por ahora aquí...

no deja de llover,
no deja de llover,
no deja de llover.

Timplora


Lluvia de un agosto negro

... en memoria y deseos de venganza a Rodrigo Melinao Licán y todxs lxs asesinadxs y encarceladxs por el e$tado de $hile.

Pasó una noche entera acompañado de la tierra,
el rocío abrigó su pecho, colorido de fuego.
de espalda, bajo lluvia, rojo encendido.

La lluvia cuidó de su sueño una noche entera,
noche violenta.
La lluvia cuidó de su espíritu la noche entera.
Asesinado por la mano sucia del poder
aquí la economía manda,
con rostros claros, con rostros ocultos,
asesinan al que recupera el sueño, las tierras,
la cultura eterna.

Las balas lo batieron pero su corazón descansa
en nosotrxs, en lxs seres, en lxs rebeldes
que hoy se levantan.

Por lxs caídos, por lxs presxs,
fuera el latifundio, hidroeléctricas y mineras.
Por la tierra, por la vida,
muerte al latifundio, forestales, salmoneras.
Por lxs muertxs, por lxs presxs,
por la vida, por la tierra.

Pirincho


GOLONDRIO 

I (El más real  de los inviernos)

En silencio y a lluvia rota
Junto a tres perros voy repartiéndome por los pasajes
Reconociéndome   muestra gratis de una subjetividad hechiza.
Gracias al impulso de mis Nikes Shoks
Me siento como una  figura de acción  made in China:
  Max Steel derritiéndose en medio de una   vintage fogata Güilliche,
Criatura común aplastada
Como mi erizado cabello por el jockey Adidas
Ahora                             arrebatado por el viento,    en el más digital de los      inviernos.




II ( La primera lágrima del Max Steel)

Afuera llueve,
      Alrededor de nuestro bloc se desborda un río de tolueno
Y no es necesario mirar desde la ventana
Para saber que la corriente arrasará con  los juguetes amados y mutilados
De una televisiva infancia
             Hecha añicos  por una adolescencia terrible
De un orden pedagógicamente brutal.



           Me invade  inevitablemente esa nostalgia embrionaria
  Insoportable y crónica…
Me vuelvo una ballena que llora su propio mar
Si no lloro                 no me muevo
Me vuelvo una ballena que llora  su propio mar
Si no lloro                                  muero.
Recuerdo cuando no tuve más opción
Que cobijarme en aquellos personajes de ficción
Aún sabiendo  que su Inercia era una obviedad desoladora
Pero sin embargo sus cuerpos y discursos  estaban ahí
Siempre firmes en las figuritas  de plástico
Abrazadas por mis aún amanecidas manos.
Recuerdo que
Mientras las moscas los gatos y los perros nacían y morían
Se  descomponían a mí alrededor
Me senté horas frente al televisor
A observar cómo            en mi ciudad     paul atinamente              el agua y la sangre  comenzaban a tener                    sabor                      a                  
                                                                         Coca-Cola…



CHICHA RUIDOSA 

Pantano

Iba tropezando de vuelta a mi casa,
pateando lenguas de agua,
aplastando masas de algo que solían ser
de mis pies las plantas cansadas,
remotas en su hartazgo de recorrer veranos.

Luego sentí murmurar mi espalda,
pesada y arqueada por no ser yo,
que cuando cree estar erguida
sólo está acostada. Dormida.
Ausente siempre y demasiado
distanciada de mi pecho.

Andando, de pronto me detengo
en lo que veo y un rumor de decepción
refresca mi cuello,
por más envuelto que esté.
El cuerpo por más habitado.

A toda velocidad (y fuera de mis pasos)
mi voluntad empieza a temblar.
Ya no importa si todo mi silencio se apoya en mi mano
o si ningún ojo se ha cerrado todavía.
Afuera está volviendo a llover.

Finalmente, llegadas mis cargas y yo,
me dispongo a caer sobre el colchón,
a caer muerto junto a mis huesos,
como si mi nombre rescatara en su símbolo
alguna sangre viva que no se detendrá.

Y ella cree no detenerse, no poder descansar.
Pero yo siento que me estoy empantanando
y alejando de vértigos que quise tener.
Afuera sigue lloviendo.


Mediana

Me he inquietado entre dos orillas,
como un río, por estos años,
por estos días.

Me he inquietado en la duda
de si nuestro paso es una imprenta
vital en este mundo,
o si todo lo contrario:
uno donde el ayer
diverge del hoy,
aquel donde el luego
dista de este instante.

Pero no es vital
sino la segunda orilla,
la cual conserva en su fango
huellas de todo tipo y toda forma,
donde ninguna es idéntica
a la que le precede.
Pero para hablar de vida en éste,
el borde del río que se esperanza,
hay que conocer el de enfrente.

Porque esta orilla vital sólo es
por el clamor que reverbera,
debajo de una tierra más seca,
que se alcanza a oír,
y que suena a existencia.
Por el llamarnos algo
como seres humanos.
Pero donde los caminos
y todo lo marcado a lo largo
de esta parte del río
parecen estampas
de lo predecible y de lo cotidiano.

Y me hallo convulso
porque he querido encontrar
la primera, desesperado ya
de ver cómo se van repitiendo
las piedras con las que he tropezado.

 He saltado hacia ella
y caído a medio andar,
a un gran caudal de dudas
que vienen y que van,
que me son innecesarias,
de todos modos, porque
mis brazos están cansados
de tener ellos que salvar
mi propia vida, mi anterior,
y espero solo anterior
existencia.

Esas dudas que arremeten,
llegan también desde allá.
¿Será lo que se cree?
¿Será lo que se quiere?
Mientras empiezo a preguntarme
respecto a mi inicial deseo,
las piernas que traía conmigo,
que cargaban tierra siempre,
que es la tierra del siempre,
comienzan a pesarme,
a hundirme a mí y a mi nombre,
a mi cabeza, mi cuello.
En fin, a todos esos
que también han sido yo,
en aquella lejana, extrañada
y extraviada orilla.

Y ahora, sostenido en medio
de una gravedad acuática
y melancólica, creo no poder llorar, porque este río
es suficiente intensidad
o muy poca.
Entonces he de esperar
a que se seque,
para que mis pies,
agobiados de agua y cansancio,
marquen por fin, abiertos y libres,
sus huellas mellizas
en este nuevo surco.


O.

Del brote había sido despojado,
no me quedaba tinta por derramar.
Mis manos estaban rajadas a cada línea,
y la piedra era lo único que adentro poseía.
La piedra se había apoderado de cualquier desaire,
a cada paso, a cada peso.
Una vez la tuve en la garganta,
a punto de vomitarla por siempre,
con Dios a mi amparo,
pero ni ayuda logró arrebatármela,
me la tragué lenta y sin reparo.
En otra ocasión la tuve en mi pecho
encajándose a cada respiro,
hundiéndose bajo cada llaga.
La piedra susurraba muerte,
y el susurro lo hacía propio,
de pensamiento a sueño.
Aunque no morí ni hoy muero,
el miedo fecunda,
el miedo que la piedra convierta al corazón,
si es que en las horas del insomnio,
no lo ha hecho ya.

Anónimo


Sin título 

Duele.
No sé cuánto, no podría decir dónde. Ni siquiera puedo dibujar los colores, ni siquiera lo intento, ni quiero hacerlo. 
Sólo duele.
Estoy sentada frente a la puerta. Una silla a mi lado me dice que estuviste, las fotografías de la pared afirman que fuiste real. Sí, digo fuiste, porque ya no sé qué ocurre. Sólo duele. 
No sé qué pasa allá, en el lugar donde sea que estás, en el paisaje que ves a diario, en tu piel de cada mañana, en tus cabellos frondosos, suaves, tiernos, infinitos, eternos… tus cabellos; en tus mejillas dulces, en tus ojos negros, en tus manos… tus manos. Cuánta falta me hacen tus manos.
Y yo estoy aquí, a los pies de todo esto, al rincón, casi cayendo, resbalando. A punto de no estar. 
Duele.

…  

Duda

Ayer no dormí nada. Ni siquiera un sólo minuto. Fueron mis ojos que se desvelaron, y que en rebeldía nunca dieron paso a dormitar el pensamiento.
Pero no los culpo. No es menor la nocividad de los días.
Por la mañana, escuché más pisadas de lo habitual.
Hace unas semanas había perdido ya la cuenta, y parecía haber olvidado la fecha exacta del gran día.
Pero cuando entró el jefe de la torre a mi celda, con un lápiz y un cuaderno a mano, me di cuenta que ya era tiempo.
Se me informó que hoy después de almuerzo sería la ejecución.
Y me preguntó qué se me antojaba comer antes de morir.

Reo n°12


Llanos destructivos

Orilla Alta 
Hay de esas veces que los focos me dan de frente, como si su ficticia luz pudiese arrebatarme una superflua existencialidad, un cierto palpable alejado de las sombras. La oscuridad y sus respectivos dominios suelen escurrirse como claras aguas correntosas, sus encuentros y desencuentros dependen de la adaptación de la paciencia, o de nuestra simple ancestral e ignorada naturalidad.
Los laberintos suelen ser irreductibles debido a que juegan con las orientaciones, es difícil no atraparse entre dos caminos necesariamente equívocos. 
La pasividad y la renuncia son armas de doble filo, forjan cuando hieren. 
Hoy hasta las arañas me ayudan a descomponerme, como si fuesen tumbas las ausencias prematutinas. Las muertes se hacen flor cuando los corazones se agitan vastos. 
La vigilia es un caos en sigilo. 
Me pregunto qué será de los cambios que no repercuten. Si las líneas entre las paredes son de absoluta claridad y las estructuras sofocan la sinceridad, entonces los caminos del corazón se calculan con distancia e institución. 
Supongo que habrá que ignorar la resonancia, los susurros que recaen en las palabras, la rabia que nos aleja de nuestros seres queridos, y el abandono de lo que fuimos destinados a creer/querer. 
La alergia es una mera reacción mientras el virus se apodera. 

Monte Claro  
No existe salvación para quien no bate sus alas. 
El mundo que dejé de amar no muere, siempre brilla polvoriento. Parecieran ser los sacrificios en vano, la sangre se derrama y vuelve a la tierra como si nada. 
Hoy la ignorancia está de ley, y el olvido se hace pan de cada día. 
El sol ya no alcanza para todos, y sólo algunos aún logran brotar. Volver a sentir debería ser orden, o por lo menos fugas y erupciones de reivindicación. 
No existe clara culpabilidad por entre las torcidas, si al final en nuestra crianza fuimos secuestrados de nuestra certeza. 
El hombre o la mujer que olvida soñar, deja un vacío en su determinación. 
Yo fui hombre, y me forzaron a olvidar. 
Obligarse a ser modelo es enajenación del ciclo enraizado. Nunca sabremos lo que hunde nuestra huella, el futuro se lo dejamos a otros sin conciencia de que en realidad nos pertenece. 
Aún no está demostrado “científicamente” si el divagar es insano o no, si conduce enmarañado a pasadizos que nos atajan. 
Las puertas son anchas y para no parecer pesimista: << no todo está perdido, son las bombas solución >>. 
Los accidentes nunca son azares, cada pieza está replicada en su respectivo sitio. 
La historia no sabe nada. Puede que los humanos no seamos de aquí, ni del invierno ni del verano. Ser extraterrestre es el acertijo más fácil. 
La supuesta adaptación tropieza ilusa, si aquello implica construir una escalera para ver más de cerca a las nubes. 
Los puntos cierran todo. 
La fe está más cerca de lo que queremos. 
Y nadie tiene la razón. 

Cubil Rocoso 
La guerra es evidente, y nos insulta a cada horizonte, nos rasguña por entre las cóncavas de la razón a cada segundo distendido. 
En los ojos y en los corazones se arrulla el viejo entendimiento del medio. ¿Cómo entonces no poder sentir lo mismo al sangrar y ser herido? 
La vida es la única palabra que vale escuchar, nos susurra a cada paso, nos suspira de alabante manto.
Los códigos son fibras propias, el brote es vida bajo cualquier sombra. Las palabras ya no sirven si las ideas matan. El peligro se esconde por detrás de la humanidad del hombre y de la mujer. 
Pensaré que la única respuesta está en la ausencia y en el silencio como primera instancia. Después será más fácil ser animal, animal de tierra y luz, de manada y sueño. 
Nos parecemos más de lo que somos, pensamos más de lo que deberíamos. Paradigma vicioso. 
Los responsables que nos engañaron deberían hacerse presentes, para preguntarles los por qués, para demostrarlos inciertos. 
"Espero el exilio de todos ustedes. Váyanse desde el pasado remoto a reconstruir su propia basura. Váyanse y devuélvannos lo nuestro. Devuélvannos las garras, los aullidos y la fuerza de nuestras patas pelas. ¡Devuélvannos toda nuestra intrínseca animalidad corrompida!"

Anthóstines 


Terremoto

Cuando comenzó a estremecerse la Tierra, casualmente Miguel se encontraba leyendo un libro llamado Apocalipsis. Pareciese que el suelo se desvanece o que baila furiosamente gritando en su lenguaje párrafos y párrafos retenidos, en una profunda tensión recién superada. La Mar despertó de la quietud que la poseía irrumpiendo sobre la costa. Miguel -sin poder asimilar todavía lo que le tocó vivir- corrió hacia el cerro y escuchó nervioso como el agua entraba hacia el pueblo. No hay luz. Miguel prefirió aislarse en algún rincón del cerro que ir a donde se encontraban las personas evacuadas conversando intensamente sobre la catástrofe. Noche fría inundada de suspenso y preocupación.
Llega el Sol. Se deja ver el rastro de la Mar -ahora tranquila- y todo lo que arrastró. Hay escombros, una capa de arena y muchas personas observando u organizando ya el trabajo que requiere reponerse de una noche impensada. Hay agitación, las autoridades locales recorren las zonas más afectadas por el terremoto, periodistas llegan a reportar, y  entrevistan a las personas que miran con impotencia el paisaje. Se me hizo un nudo en la garganta al contemplar las consecuencias del arrasador paso del agua en algunos lugares. Ahora toda la fuerza para un pueblo que trabaja para levantarse. Lo bueno y lo malo fue reflejado. Por un lado fuerza, unión, camaradería, solidaridad, empatía. Por otro robos que buscan saciar la sed de vicios a costa de todo.
Al llegar la noche Miguel -luego del primer día ayudando a su amigo Francisco a sacar la arena y cosas ahora inservibles-  se sentó en una silla a contemplar en un oscuro silencio a las estrellas y su brillar. Pensaba sobre el terremoto y no tenía duda alguna de que el ser humano superaría dicha adversidad, pero a la vez lo invadían miles de preguntas. ¿Qué será de los desaparecidos? ¿Cómo fue la lucha de Magdalena por vivir? ¿Adónde se habrá posado -para descansar por siempre- el cuerpo de quien no volvió? ¿Qué pensó la Mar, el Cielo, la Tierra, el Viento o la Naturaleza en su conjunto el día 16 de septiembre del año 2015? ¿Habrán querido darnos a entender algo a los seres humanos? Quizás… ¿Quién podría decirlo? ¿Qué quisieron transmitirnos? 

Miguel Tremus


A tiempo temprano

No me interesa metaforizar
cuando el dolor primogenito
exacto en su pureza
grita sin nombres
heme aquí.

Tomás Isabel 


 PÁTRICIA AG. 

La loca linda

La Loca, atrapa y atrapa moscas,
Con su red de flores.
Cinco puntas de savia viva, 
Cortan el aire.

¿Qué hará la loca con tanto cadáver?
Aquí huele a podredumbre, me dice.
A invierno lacio.
A mancha de vino y aceite,
Que de algún vestido viejo no sale.

 ¿Cabe en tu pupila tanta lluvia?
¿Tu desnudez de frío sabe?
Que no te vistan ahora mi loca linda.
Cae como granizo en tempestades.

A ti te parió la noche.
Te parió sin tierra.
Sin madre.
Sin sombra.
Te parió como en los barrios las madres traen al mundo 
Tempestades.
Un ataúd decía mi abuela tiene dios para las locas.
Un lugarcito en el cielo,  pa’ que mi niña se vista
De comparsa y arrabales.

Ayer se fue y  en lo común de la fosa,
Pusimos mistela, harina tosta’, matico.
Que  a mi loca no le falte fiesta, 
Que a mi loca nunca la calmen.


Yo soy 

Yo soy la que ha partido.
La que nunca ha estado.
La ráfaga de viento que no han parido.

La lluvia que trae, la lluvia que mata.
La lluvia que cedió sus gotas, que rindió su risa.
Dime que lloran tus ojos, Dímelo porque tengo el alma vacía.

Dímelo.
Para llenarla de tiempo, Para cubrirla de brisa.
Dime que hay forma aún de tomar tu cuerpo.
De perderlo conmigo.
De dejarlo en tantas otras bocas.

El amor, es un puerto en el que solo desembarcan las locas.



 PASCAL GÓMEZ 

I

Puta que hace frío en la selva. Creo que ya había partido así uno de mis escritos pero pico. Mientras camino por el mini mercado, que empieza desde la salida sur del metro Sta Lucía y se extiende varias cuadras por San Isidro, siempre me distraigo. La gente camina rápido y sus pasos retumban en la acera como si fuesen botos de milicos en plena parada militar (me da risa esa frase: parada militar jaja), y bueno, también retumban en la cabeza, distorsionándola. Frutas, verduras, frituras, chips telefónicos de dudosa pero aceptable procedencia y pantys de todos los colores existentes adornar el lugar. Claro, también hay otras cosas misteriosas para el que sabe buscar, como en todas partes.
Tantas locuras en esta calle y este barrio desde que llegué a la capital hace más de cuatro mugrosos años. Muchos recuerdos buenos, muchos malos. Recuerdo que había una librería que me encantaba, era inmensa y sus dueños inmensos también. Un día, cuando venía chato de la universidad pero decidido a armarme un panorama increíble comprándome un libro, me percaté de que ya no habían más libros en ese lugar. Ahora estaba lleno de aceites, tallarines, paquetes de arroz y otras webadas que te salvan a fin de mes, pero no habían más libros. La librería se había convertido en una tienda como cualquier otra, que metamorfosis más repugnante. Aquella vez me sentí demolido igual que las casas antiguas que acá son reemplazadas por fríos edificios. Sí po, me sentí abatido esa vez y ahora que lo recordé me puse aún más nostálgico, todo un pussy.
Perdedores hermosos y reales visceralistas, pienso y tiemblo... Sólo dedicados a sobrevivir. En fin, las cosas cambian. Si hasta el olor adorable y penetrante de "Los detectives salvajes" recién adquirido se ha esfumado entre el humo del cigarro y el masticable olor de las sopaipillas. También el ruido etéreo de cada párrafo ha sido suprimido por el puto sonido de las bicicletas desengrasadas del banco Itaú. Vendrán tiempos mejores. Tiempos mejores vendrán.
Fragmento
Nunca conocí a un hombre que le plantara cara así a la muerte. Jamás.
Hace poco más de un mes que llegó a París, estaba algo congelado y desorientado con el invierno aun, pero aprendió por donde andar para encontrar aventuras y desgracias que escribir. Quizás no había aprendido nada y sólo se topó con los desperdigados fragmentos de magia, como le pasaba de costumbre. Más aún en este lugar. Un día, mientras levitaba por las surrealistas veredas del canal Saint-Martin, se sentó y se puso a pensar. Un problema necesario de cada día. De un tiempo a esta parte había llegado a comprender que existían solo dos maneras de vivir; una era con ella, la otra sin ella. Aunque las condiciones climáticas y terrenales apuntaban directo a la catástrofe irremediable de no reflejarse en sus ojos nunca más, él estaba resignado. Si había que arrancarla de raíz lo haría sin dudar. Pero había una trampa claro, para todo hay una pequeña trampa. Para poder escoger la segunda opción de vida debía morir primero. Y así lo hizo. Lo bueno es que a su padre y a su tío les decían "gato" por los ojos, él no heredó los ojos, pero sí las siete vidas.


Andén
Serena esperaba en el andén, como tambaleándose en otra dimensión curiosamente abstracta. Sus pestañas se abrían y cerraban como aquella planta que estira sus pétalos para recibir la luz y los contrae cuando cae la noche.
Supe enseguida que esperaba a alguien, su manera de observar me lo recitaba subrepticiamente, como quién mira un foto del recuerdo y añora silenciosamente tal momento de manera cómplice.
Al darse cuenta de que la estudiaba, soltó una tímida sonrisa que iluminó hasta el último rincón de la estación o eso creí; fue como un destello que dilató mis pupilas, algo biológicamente contrario.
Las palomas parecían levitar como plumas en el cielo mientras me acercaba temeroso, la había extrañado desde hace mucho…


Sexo

Flor eterna y fecunda
Límpiame de maldiciones
Ármame de agua bendita pero profana.
Esa que gusta.

Llévame dentro, muy dentro
Dentro. Donde hay mar sereno
Donde hay paz efímera.

Ocúltame entre paredes
Dame calor y manta divina 
Para nunca más tener que salir 
Porque irme sería suicido.

Flor magistral de creación 
Llévame hasta el vientre,
Llévame y no me sueltes más
Un día todo estará como tú quieras.

Para cada día
Baila en tus ojos el mantel de mi mesa
rocía de vino tu boca el vacío de mi copa añeja
a gusto me encuentro cuando te encuentro
termina mi cena en tus pestañas cayendo.

Té ojos terrón de azúcar morena
pistilos de miel para mi lengua 
mango pongo en mi certeza
y el sol color caqui alumbra mi ventana.

De un tiempo a esta parte como
bebo, huelo, rompo, desgarro
comienzo y termino 
termino y comienzo.

Qué dicha la mía
alimento en mi aliento
Qué dicha la mía
Saciado así no tengo recuerdo.


Poco sabrás

Poco sabrás que escribir si no has sufrido hasta las lágrimas secas la muerte temprana de un ser querido, ya sea padre, madre, esposa, amante o la hormiga que pisaste sin constancia alguna cuando niño.
Poco sabrás que escribir si no tocaste el techo de tu pieza levitando gracias a esa primera eyaculación (planeada o eufóricamente accidentada) que te abrió como flor a los rayos del sol.
Poco sabrás que escribir si no te quemaste entero por dentro al saborear e incluso llegar a amar más su sexo eterno que tu desgraciada existencia fugaz. 
Poco sabrás si no sentiste como se ganaba una guerra en tu cama o en la de ella. O en el auto, la ducha, donde mierda sea.
Poco sabrás que escribir si no te rasgaron con cuchillos el corazón y te pulverizaron a metrallazos el alma con ese primer "no te quiero ver más", cuando, para tu puta desgracia, siempre entendiste las matemáticas al revés.
Poco sabrás que escribir si no te desgarraste la garganta con la botella, la más puta y fiel de todas. La mejor para hacerte el amor en cualquier lugar y a cualquier hora también.
Poco sabrás que escribir si no han barrido el piso con tu arte, si no te han roto las piernas para caminar y las manos para escribir.
Poco sabrás que escribir si no te viste desesperado, loco, condenado a muerte solo y abandonado, sin nada que alimentar tu estómago ni nada que darle de beber a tus sueños.
Poco sabrás que escribir si cuando llueve te escondes bajo el paraguas y cuando el sol pega te cubres para no tostarte. Al final siempre serás el alimento del mundo, y ese maldito puede hacer contigo lo que quiera, como ella.
Entonces, poco sabrás que escribir si no sabes que mierda escribir. Si no sabes eso estás jodido, hombre, mejor abróchate el abrigo, trágate de un vaso toda la lluvia que cae en esta ciudad y dispárate en la sien para volver a nacer.

X

Me preguntaba si aquella sensación que sólo sentía con ella sería como si un olor fuerte me quedara en la mano tras varias lavadas, aquel que no desaparece con lo simple. No fue así. Salió casi al primer lavado. Me deshice rápido de Eva, para mi suerte. Sí, se llamaba Eva como la primera mujer de la supuesta creación del mundo. Hasta llegue a pensar por un momento que también sería la primera en conquistar la creación de mi mundo, eso me volvía loco todas las noches. Bueno, casi todas. Continué viajando por las indescifrables calles de Santiago, indescifrables no porque sean difíciles de aprender o recorrer, sino porque nunca sabes dónde te llevarán ellas mismas. Me gusta viajar por las calles de acá. Me detuve en un paradero que a esa hora estaba vacío de humanidad, sólo había un borracho durmiendo en el asiento casi quebrando sus huesos de tanto relajo o de vino. Y estaba yo, por eso lo del vacío de humanidad. Al subirme a la micro me percaté de que se me había perdido el pase escolar, no quiero decir que esto significa que lo hubiese utilizado de haberlo tenido, no tenía plata en la tarjeta de todos modos, sino que simplemente me revise los bolsillos. Me bajé en el gam, se hacía de noche en mis pómulos y no tenía dinero así que me rendí, digo, me tendí. Saqué la novela que me tiene atrapado, es de esas con las que construyes una relación de amor y odio; a veces la puedes leer y sentir euforia, en otras ocasiones ni siquiera recuerdas donde la dejaste. Leí un poco. Mientras divagaba entre las líneas y mis pensamientos (algo no recomendable en absoluto) vi a una mujer oliendo con prestancia y anhelo un pedazo de papel con alguna muestra de un perfume. Quizás solamente lo olía, sin prestancia ni anhelo, pero todo me pareció aún más falso. Saque un cigarrillo aunque no tenía ganas de fumar, era el último. Mierda, pensé. Me puse los audífonos y seguí caminando. No tengo claro por qué de un tiempo a esta parte me condiciono a pensar que muchas cosas son falsas sin tener la certeza de que lo sean, termino yo siendo falso en mi juicio. Me dirigí al metro (siempre hay sorpresas en el metro), intentando agregarle algo más de dinámica y calor a mi singular paseo y entonces choqué con ella. Bueno, suena lindo, pero no fue así. Tan solo le ayudé a bajar su equipaje. Creo que comprendí que hay que caminar para encontrar algo, lo que sea. A todo esto me gané una sonrisa que fue lo más real de todo el día.


Nos gusta

Hacer el amor es una cosa, hacerle el amor es otra cosa muy distinta.
Nos gusta que las sábanas se arruguen como si fueran el relieve de la cordillera, nos gusta que las almohadas vuelen como meteoritos.
Nos gusta también generar caos, somos capaces de producir temblores que pronuncian a gritos un presente al lado de los dioses. Dioses que nos envidian.
También nos gusta rasgarnos, marcarnos con uñas y dientes, hacernos uno en carne y sangre. Pero con delicadeza de pincel y ternura de acuarela, por supuesto.
Después absorbernos. Nos gusta mirarnos y reírnos de lo que ocurrió, es como si fuese más allá de cualquier posibilidad de entendimiento. Es que el amor se puede entender pero no esto. Absolutamente no.
Nos gusta también jugar a vestirnos mientras los botones de mi camisa se equivocan de camino y su sostén pareciera verse celoso de lo que hicimos.
Nos gusta. Me gusta. Me gusta por sobre todo.
También me gusta no necesitar un lugar, una hora o un momento estipulado. Me gusta la enfermedad que padecemos porque no tiene receta ni antibiótico. Y nunca me gustó ir al médico.
Luego de la batalla nos gusta comer algo, las energías escasean de tanta sinergia. Somos como dos partículas fundiéndose. Lentamente. En verdad, a la velocidad que queramos. Siempre.
Al final, a mí me gusta agarrar un libro y destapar una cerveza, a ella le gusta serme infiel con el cigarrillo, pero no dura tanto. El libro se cierra con la página olvidada, al cigarro se le viene la noche y a la cerveza se le va el gas. Vamos a la guerra de nuevo.



Más allá de las palabras

Las palabras sobran cuando existe real comunicación (conexión)...
Y si digo todo lo que tengo que decir a través de la mirada que no calla y que atraviesa mil murallas y te llego a las entrañas a quitar toda esa telaraña, pues no me extraña. Y no me extrañaría si extravías la mirada porque en vez de murallas tienes un fuerte, que te mata y te endurece, crece.... Que de seguir así juegas con una lenta muerte.
Expande el plexo a la galaxia, mira a tu alrededor y da las gracias, dejemos de lado la arrogancia, y con audacia amemos esta vida de coexistencia, construyendo armonía y complacencia, más allá de las ciencias y con más coherencia-espiritual, ya que vamos ascendiendo en espiral y más allá de las palabras. Se sabe que subir peldaño a veces tarda, pero aguarda..! , se saborean mejor las cosas cuando estás en calma. Así que ama despacio y libera el alma, que si lo haces así, fácil brotan las alas... alas para volar el universo del cosmos o el de tus dedos
...digo esto porque puedo
y si no tiene sentido, me importa un bledo

Epifánika 


Amor morado de-mora(s)

Dicen que lo bueno tarda en llegar
y no sé si estoy atrasada
o me perdí la clase 
en que eso enseñaban
pero lo digo ahora: 
creo que se equivocaban
porque aquí me hallo enamorada
y no de alguien! y sí de nada...
pero sí... creo que demoré en amarme
tal vez tenían razón
pero qué sé yo?
si ni sé de qué hablaban
o si quiera si estaba escuchando
si me la pasaba rayando
esos cuadernos cuando 
no se callaban
desde el aula de la vida.

Anónimx

Desazón

Nació hace mucho tiempo una mujer en apariencia débil, y eso no importaba pues la gente decía que eso está bien para las niñas, sobre todo si son bellas, claro que ella no era tan bella. Creció delgada, no de moda, sino de hambre. A cierta edad supo, pues le decían, que debía enamorarse. Adaptó el amor a sus formas. Lo convirtió en un contrato. Recibió placer, entregó cuidados, caricias, besos y limpieza. Con el tiempo, poco tiempo, su escasa belleza, como flor, se marchitó, solo que ella no era una flor, era de piel y su piel el cloro arruinó. El dolor de espalda y el sueño le borraron la sonrisa. Las noches, cada vez más, fueron para dormir. Se descuidó a tal punto, decían, que innumerables pelos crecieron por su cuerpo. Ese extraño amor que había creado se desmoronó de golpe y, en mutuo acuerdo, se abandonaron sin dar siquiera una lágrima de despedida. La mujer, de apariencia frágil, delgada de hambre, gastada por el uso y abuso, carente de lágrimas y sonrisas, peluda y marchita, se dirigió al baño. Se quitó la ropa y fregó su piel para sacarse de encima el olor a limpieza y detergente. Miró su cuerpo reconociéndose. Abrazó con largos brazos su figura, su historia, su vida. Y vivió con el corazón roto, no de amor, sino de sociedad.

Ja Ja

Irruxión

Llegó pedaleando: espectacular, blanca y tatuada, con ojos de un inusual azul para barrios como el nuestro. Translúcida y mecánica. Demasiado bella para nosotras.
La gente de bien se espantó al instante –nosotras nunca estuvimos entre esa gente-. 
Solo con aparecer se transformó en el ingrediente perfecto para la habladuría en cada negocio de nuestro aburrido barrio.
Las madres apartaban a las niñas al cruzársela en la calle.
Los padres miraban con reproche y vergüenza semejante atentado al género.
Las abuelas se persignaron.
Los trabajadores no le dieron ni limosna.
Los creyentes se pelearon su redención. 
Los perversos se disputaron su cuerpo sin éxito.
Nosotras, las jóvenes, las locas, borrachas, vagabundas, comenzamos a seguirla como se sigue a un mesías.
Su actitud lo era todo. No decía palabra alguna. Su presencia nos inspiró. Nos acostumbramos a ella y adoptamos algunas de sus formas, de tal modo, que ya parecían nuestras. 
Si estaba, estábamos todas. Con tan solo saberle ahí nos sentíamos parte de algo mayor; una hermandad o un grupo, tal vez. 
Cuando habíamos aceptado su silencio y ya no esperábamos sermón alguno, fue entonces, cuando abrió la boca. 
Nos abalanzamos como locas ante el acontecimiento. Era hermosa. La fluidez de su lenguaje, su gesticulación, los movimientos de sus manos. Parecía perfecta…extraño lenguaje el suyo… por más que tratamos, no comprendimos nada.
Desconcertadas, una a una, abandonamos el lugar. No sé si alguna la acompañó hasta el final. No sé cuándo se fue, supongo que lo hizo pedaleando como siempre. 
Para nosotras luego, todo fue como antes.

Ja Ja

Flujo XlV

Sí, la confianza se ha reducido a un trozo de seda
carcomido por las polillas,
a un dique que logra soltar la mano 
de quien decide acompañarme en el camino,
al paso devuelto cuando no escucho 
que me llamen por mi nombre
pudiendo ser para alguien más
el abrazo que se encuentra tras la espera. 

Francisca 

Flujo V

Decidieron levantarse del barro,
ella abrió su costilla
y él se transformó en carne.
Se fundieron para dar origen al tejido, 
ella recortó su cabello
y a él le alcanza una trenza. 
Decidieron leerse en braile,
ella esculpe
mientras él se vuelve arte
en la verdadera común-unión.

Francisca



Hayasum 

Me tienen de pies y manos
detenido
con el pálpito en el pescuezo
atareado entre recuerdos que se entrevaden con los sueños. 
No me dejan sentir
los poros que afloraban intrépidos 
hoy mueren en ilusas trabas
descuidando la caricia del simple aire. 
Las paredes son hielos rocosos 
son mástiles duros e impenetrables 
y el débil sol apenas descubre 
cómo se apaga la infinita rosa. 

La caída ahora esclaviza también al cuerpo
que sólo reacciona a ratos 
en esporádicas fugas de reinvindicación 
en desengañosos encantos pasajeros. 
Pero la esperanza del ser vuelo nunca se pierde. 
Elías Roth 


Sin Título

Quien posee lo inolvidable 
puede también reescribir 
la memoria, soportar el recuerdo
Fragmentar el olvido, en pasos
   Que caen
                     Rodando
              Por las escaleras
          Del cabaret de la esquina
El de las maracas de 5 pesos
El del olvido imaginario

       El del que nunca estuve ahí
y el cómo se te ocurre

Recen, oren y forniquen
Qué más queda? 
Dionisio nos prestó su palacio de cartón
Y le pagamos con vómito 
y decadencia

Murió la creación
Aplausos para el imbécil humano.

Lucas Coyote 


Coincidencia

Y fue ahí, cuando al fin 
comprendí y entendí 
la coincidencia, 
la maldita coincidencia

¿Será nueva oportunidad? o sólo la simple demostración del eterno retorno proclamado hace siglos bajo la boca bigotuda del alemán cuyo nombre todos se acuerdan pero no quieren 
recordar, lo prefieren olvidar y jamás sacarlo al banquete, 
porque puede cortarnos 
la lengua a todos.

Sin ánimo de elegía o seuda-oda, no quiero ser como Neruda ni ninguna otra persona que se 
decida a admirar a ídolos con cierta ignorancia, devorando palabra por palabra 
las viejas enunciaciones escritas siempre en un tiempo pasado en que anhelamos vivir.

Pero lamentablemente
Vives hoy
En el presente
¿Decepcionante?
Jamás

Aprende a mirar 
con otros ojos el presente
Sentirte parte de alguna cosa
u otra, pero 

        siempre
presente en el tiempo 
     correcto


Gracias por esta coincidencia
Nose a quién chucha agradecerle, pero aun así se sabrá transmitir aquello

Será perpetuado en la memoria, bajo las viejas fotografías, 
junto con los viejos cassettes, las novelas para adolescentes, 
la memoria del olfato 
que siempre nos acompaña, pero nunca entendemos. 

No fue demasiado tarde, pero tampoco tempranamente. 
 Eso de volver a sentir 
y percibir la hora y que ésta nos modela a nosotros, me decidí olvidar el reloj y las (sus) horas impuestas por el señor que se esconde tras el telón con su máscara de porcelana 
y elegantemente vestido.
Olvidarse de las horas 
darse cuenta
que los minutos, los segundos
comienzan
A detenerse.

Lucas Coyote


Voces de una vez
"Invierno del frío doloroso, 
del abrazo sediento de cariño, 
invierno de los grises que deslumbran, 
de los soles apagados. 
Invierno de la tierra que respira 
el aire tímido de las hojas ausentes"

L.



May - hue 

A medida que los rayos del sol iban despertando por entre las brumas del lago y descubirendo los picos nevados de las montañas, mi día se iba haciendo real. 
El frío no me ensimismaba en una serie de precisas acciones rutinarias, me hallaba bastante lejos del protocolo: el mate ya estaba sebado y sólo me quedaba por disfrutar del tímido calor que acariciaba mis pómulos. 
Sol de invierno, sol precordillerano. 
El lago se mantiene calmo, las aguas mañaneras son lentas y pacientes. Apenas un solitario bote zurca el reflejo de los cielos, el despliegue es vasto. 
Los pájaros, por su parte, se mueven silenciosos por entre los árboles del cerro, mi espalda. Ya han cesado su cantar matutino,  y sólo esporádicamente, se escucha a uno y otro, alzar la voz. 
Ya he olvidado el tiempo, la periodicidad y ciclo abundan en los ríos que recorren, en el eterno interactuar de las aguas con las piedras. La linealidad es calma. 
Con las hojas cayendo por el viento allá detrás entre los bosques,  y con la vida en mi corazón, me fui estacionando en un momentáneo y distendido sueño. 
***
Las nubes me despertaron, o por lo menos la sombra que de ellas nacía. El sol se va sin despedirse, y las gotas limpian la historia. La noche nunca llega si la luz se hace camino. 
Todos se acomodan por entre la arena, mi cuerpo junto al fuego y las estrellas. 
La luna enfrente, diluyéndose y deshaciéndose una y otra vez en el lago y sus brillantes cielos. 
(No hablaré del silencio que me acompañó, ni de las ratas que me usurparon, ni de los segundos que retumbaron como garganta enrojecida) 
Sólo diré que la externalidad fue plena.

Nayasántu


Sin título

Acabo de cerrar el libro. Voy  a la mitad. Lo sostengo sobre mis piernas. Miro mis manos y por primera vez en años he pintado mis uñas. Sé que no es el color más alegre, pero lo he hecho. Miro y siento que vamos tan rápido. Cien kilómetros por hora, es muchísimo. Quisiera detenerme a sentir el frío en mi piel. A olvidar mi cuerpo y perderme en las miles de moléculas del espacio. Estar en los verdes de los árboles y ser como la fina lluvia que cae. Tan invisible pero parte de todo lo que toca. Sentir el golpe sobre las rocas y olvidar que voy en este auto comprimiendo todos los mundos que habitan en mí.
Por primera vez tomo un auto y regreso a casa. Quisiera hacer un berrinche como los que hacía cuando era niña. Bajarme y seguir a pie. Pero no puedo. Quisiera hacer que este viaje fuera eterno, y de alguna u otra forma también lo es. 

Anónimx 


En este presente no me pidan que derrame la gota que no cayó /El temporal lo tenía en la columna escondido/Sostenme la cabeza en una mano que avanzo huacha de cuerpo/Arde el agua mientras me repongo/ refreno mi inquietud/ me conservo amortajada.
El invierno me trajo la fragmentación/ podría ser catástrofe universal no ser/ pero en la boca del error duermo/ temporal visceral/aguacero engañoso me reafirma/soy la lluvia.
(Hoy 10 de septiembre me dieron 3puñaladas por la espalda

Anónimx 

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