De repente, sin saber cómo ni por qué, una noche cualquiera
llegó la enfermedad. La fiebre se apoderó de mí, una tos despiadada me condujo
al ahogamiento, un temblor persistente me recorría a la madrugada, me visitaron
unas pesadillas atroces en las que figuras malignas me aprisionaban la garganta
y me cortaban el aire. Los espasmos de la tos me dejaban adolorido, casi sin
poder caminar. El insomnio me impedía descansar y buscar la tan anhelada
recuperación. Los médicos intentaban con antibióticos, con terapias
respiratorias, con corticoides. Nada. Por momentos sospeché que no lo iba a
lograr, que era el fin.
Y entonces, por entre las nebulosas de mi inconsciente, una
voz me recordó vagamente una palabra griega: peripeteia. Es cuando el héroe
pierde el norte, cuando los dioses le quitan todo respaldo, cuando todas sus
certezas se van a pique, cuando duda de sí, cuando queda completamente solo y
la realidad se invierte, se da la vuelta, y él ya no es un héroe sino un ser
insignificante tanteando en la oscuridad. El descenso a los infiernos. Esa
peripecia también sucede a la inversa, pues en algún momento la realidad vuelve
a girar y se restablece el orden.
Me levanté en las horas de la mañana y consulté
"Ítaca", el poema de Kavafis. En algún momento dice:
Cuando emprendas tu
camino a Ítaca
pide que el camino sea
largo
lleno de peripecias,
lleno de experiencias...
Y comprendí. Pidamos que el camino sea largo, y que en ese
transcurrir no todo sea rectilíneo, plano, siempre igual. No. Pidamos también
que el camino se dé la vuelta y que quedemos a veces bocabajo, invertidos,
mirando hacia las profundidades. Porque si eso no sucede, no conoceremos
nuestro lado más oscuro, nuestro misterio, nuestro horror, nuestra bajeza,
nuestros miedos, nuestros fantasmas, nuestras culpas más inconfesables,
nuestras indignidad. Y si no estamos familiarizados con nuestra vulnerabilidad
y nuestra incertidumbre ¿cuál es entonces el verdadero conocimiento de nosotros
mismos que tenemos? ¿Cómo más se construye sabiduría?
¿Cómo llevar una vida hermosa sin peripecias?
Mario Mendoza
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