Destruyo la mesa trémula
Para que tus brazos no vuelvan
A desesperarse sobre ella.
Para que tus ojos extraños no busquen,
A pesar de su atadura,
Otros rincones donde deposar
El peso infinito que traías contigo.
Pero destruirla es destruirme
O, por lo menos, a estas horas suaves
En las que nunca imaginé
Mi vista recorriendo en segundos tu rostro.
Horas que ocultaban pulsiones
Que no llegaron a revelarse
Por debajo de la mesa contenida.
La incendio mas no me arrepiento.
Quise desde ahora erradicar
Las ilusiones de las que hago parte
En cada historia.
Y así veré finalmente,
Tras las brasas de la inocente madera,
El resto quimérico de tu cuerpo:
Las piernas que me atan a la Tierra
O el suspiro que derivo de estos versos.
Chicha Ruidosa
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