12 de abril de 2014

Escrito para reencontrar un sueño

        Necesitaba algo a mi lado, un espejo, un reflejo, algo que deliberadamente revelara mi fe. Quizás, una forma de ver más allá de donde ven mis ojos. Una ayuda, una mirada prófuga de la justicia, de las leyes naturales. Una mirada premonitoria que fuese capaz de alertarme, de decirme textualmente: “¡Cuidado! ¡Este no es el camino!”. Una foto panorámica, con un lente de gran angular, y facultada para hacer zoom en cada mínimo detalle, en mi vida. Que fuese tan fuerte, tan potente, que creara un atisbo de mí, y quizás, porque no, de mi problema: de ti.
Aunque ya es tarde, pues ya estoy aquí, acostado, inmóvil. Sin ti… y si, esa es la razón por la cual estoy aquí, porque estoy sin ti y esperando tu llegada. Y aunque ya amanece, aunque la mirada todavía no llega, aunque no estés aquí, aunque la espera fue eterna mientras se clavaban fugaces cuchillas de esperanza, y aunque ya no tengo miedo… ya no quiero que llegues… y si quisiera, creo que tampoco llegarías, pues te conozco, y sé que te espantan los rayos del sol, y que en cambio prefieres mecerte, como un niño en su cuna, a la luz de la luna. Pero también sé que dejaste algo, en algún lugar, en donde yo podré buscar. Una pista, una señal vociferante en una lengua muerta e indescifrable, una puerta cerrada, pero una puerta por donde tal vez, en alguna ocasión, pude entrar a tu impenetrable fortaleza. Y así por fin, poder volver a encontrarte. Y en ese instante, en estado de vigilia, contemplarte para no volver a olvidarme de ti, de un sueño.
Que si mal no me acuerdo, a la edad de 14 años, te me aparecías periódicamente, hasta 2 o 3 veces por semana, con tu característica voz y resuello de lobo jadeante. Aparte de esto, lo único que recuerdo es la inyección de fortaleza infinita que dejabas en mí, y sobre todo, tu despedida de viento otoñal, que meciendo las hojas me acariciaba el ser y me regaba paz.

        Y si sabes leer, aunque suene algo irracional, te imploro que vengas y leas esto, pues es un acto desesperado, un último aliento, el fin de un compás, solo para reencontrarte, ya que te estaré esperando, donde siempre he estado, en mi regazo, en mi lecho de muerte, en ti.

pd: Aún conservo una única y solitaria imagen mental de la primera vez que me soñé.


Lak-Ant.

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