12 de abril de 2014

Al final de este viaje...

(..) las lágrimas recorrían sus mejillas sin remordimiento, Tristan, sin saber de dónde sacaba la fuerza física, levantaba su maleta sin muchas ganas. Su mirada estaba posada en esa cosa que alguna vez llamó hogar, muchos recuerdos llegaban sin su permiso, y por eso, estaba algo mareado. Su mirada no quería despegarse de esa vida que alguna vez lo atormentó tanto. De un débil salto se dio cuenta que su padre lo llevaba observando desde un buen rato, el padre, mirando el fruto de su vida, se acercó con un sabio caminar y le preguntó: ¿a qué le tienes miedo?  Tristan con una mirada desconcertada, pensando que esto era un sueño, titubeó: "Le tengo miedo... al miedo." Con una lágrima de testigo, el chico con una actitud poética y el alma de un león, empezó a recitar los poemas más recónditos y sinceros de su ser. "Le tengo miedo a las confusiones de la partida" casi gritando,"que al cerrarse el ascensor se cierre una amistad, le tengo miedo a que tus ojos no sean los mismos que los de hoy, temo que el mañana sea sólo una macabra sombra del ayer, y que el ayer sólo sea un sueño que se despertó por el tictac del mañana y sus malditos relojes que nos apuran y apuran, sabes? Temo por sobre todo de que el Thor deje de gritarle a la luna y que el Tristan venda al Jahdiel por el verde papel y que el conquistador deje de conquistar mujeres para conquistar territorios, que Graul deje de ser francés, que el Tré encuentre la cordura, que Nietzsche se convierta en un monje, que los perros no me ladren, que esos ojos sean grises de pena, que el cantor cante por dinero y no porque la guitarra tenga sentido y razón, que la gente coma sopa para uno, que las risas sean para engañar y los besos para maldecir. No le temo a la partida, le temo al tiempo, y sus malditas reglas". Se calló para recomponer algo de aire y retomó con más vitalidad: "es por eso que a veces me gustaría parar el tiempo para dejar las cosas como están. En una mesa todos reunidos, que los niños no crezcan y que mis cabros se queden ahí, que los libros sean aventuras increíbles, que esos ojos rojos sean de volado y no de tanta pega. Que daría por dejar las cosas así, solo un instante para poder llorar de alegría. Pero no se puede, la vida es una constante película, y nosotros los actores, desgraciadamente conoceremos un sólo descanso en esta función. Estoy obligado a actuar bien, ser real, interpretar mi papel y no de otro. De que sirve vivir una vida que está empaquetada?". Finiquitó con rabia: "¿Eso realmente nos llena? dejemos de hablar y actuemos, el tiempo no nos dará tregua!" y de aquella actitud rebelde un brillo en sus ojos empezó a encandilar a su padre, que ya las lágrimas no contenía y miraba a su joven hijo. "Yo ya tomé la decisión, si me tengo que ir para poder pillar la vida, jugar con los vaivenes del tiempo y el espacio, conocer grandes personajes que usarán tinta en mi libro, volar entre las nubes más blancas para luego dar un piquero en el agua más azul, que así sea .Quiero visitar el Nilo con un faraón, tomar un vino en un café en parís, bailar un tango con una morena, convertirme en un cuervo con Don Juan en México, meditar con el Dalai Lama, fumarse un campo de marihuana jamaiquina, pasearse sobre un elefante en la sabana africana, ser un rebelde con una guitarra y un fusil, escuchar el silencio en la punta del Himalaya, pelear por la dignidad de una mujer, surfear una ola de mil metros, hacerlo todo y al final, al volver, con canas que evidencian mi largo recorrido por la vida, sentarme con mi gente y poder decirles con orgullo, si, lo logré." y luego, ya sabiendo que iba a ganar antes de empezar la carrera, remató diciendo:
"Soy un soñador, lo sé, pero como dijo Silvio Rodriguez: Yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado.“


De Tristan, para Thor.

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