12 de abril de 2014

Tarareándole a una puta

Con su voz oxidada de tantas baladas, tantas canciones,
tarareaba mi viejo compañero
canciones de lucha y amor,
la mirada delirante, estaba posada en el eterno horizonte
que tantas veces lo inspiró, y ahora,
se limitaba a estar detrás de aquella ventana
una vieja amiga acudió a la tan nostálgica visita
la mano caminante, se paseaba por los hombros de mi viejo amigo
y al oído la prostituta suavemente le recitaba la historia de un hermoso joven
que alguna vez levantó el puño por sus sueños,
ofreció su vida por risas y besos
y se emborrachó de alegría y se drogó de amistades
las palabras no eran suficiente para relatar tan bella historia,
y con su lengua inició un recorrido desde el cuello para finiquitar de manera elegante y sensual en la oreja
el leve pero potente gemido de la puta
era la conclusión de todos los orgasmos que algún día el joven pudo conquistar
sus manos de seda empezaron a recorrerlo todo, sus cansados músculos recordaron su vitalidad
el deseo se apodero de mi viejo compañero, y se entregó al placer del cuento
el mimado hombre sentía que reinaba en unas tierras que alguna vez el tiempo le usurpó
su pelo desprendía un olor lavanda y su piel, suave como la miel, era el humeante café del desayuno en la cama
las manos siguieron su rumbo, apoderándose de todo, como el mar y el viento
como una anaconda a su presa, la puta lo asfixió tiernamente con besos y caricias
los rasguños mostraban como huellas en la arena el camino que su mano emprendió sobre su cuerpo
empezó a subir, subir y subir y con un encanto felino
sus manos plumadas empezaron su vuelo sin retorno desde sus hombros
la historia de aquél joven terminaba trágicamente detrás de una ventana
la voz se alejaba, los colores se convirtieron en grises matices
y en un baúl lleno de recuerdos, la voz celosamente se escondió
mi viejo compañero, desesperado se dió la vuelta
y su triste mirada se emparejó con un ahogado grito, una triste suplica
el eco le respondió con una risa traviesa y en aquella oscura pieza
solo había polvo 
y el viejo nuevamente empezó a tararear 
canciones de lucha y amor
posó la mirada delirante en el horizonte
esperando, al ritmo melancólico del reloj
que algún día vuelva la puta, la puta vida,
la puta muerte... 


Tristan

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