Hay un efecto cotidiano que afecta a mi cabeza, no tiene un motivo de peso pero es cierto que existe. Es un sentimiento de tristeza que me encierra en mi pieza, y que luego desaparece por la distracción que me trae una caminata. No sé si el presente que llevo es el correcto, quiero estar en otro lado desatado de los deberes a los que me veo obligado. Quiero estar dedicado en la búsqueda de cumplir mis anhelos más preciados, recorrer el mundo sin apuro en búsqueda del estado más puro lejos de tanto gris muro y drama que a diario declama esta ciudad que arde en las llamas de mentes inevitablemente forzadas.
Quiero valorar la vida y lo que me ha entregado, las instancias donde gracias al viento me he purificado, tiempos donde con amigos contagiosas risas hemos soltado, momentos donde el apoyo de los más cercanos me ha levantado, quiero agradecer a estos escritos que me han dado a entender los estados en los que me he encontrado, me han dado el proyecto por el cual he luchado, por el cual hoy me he levantado, por el cual sigo alegre ante mi gente, aunque por dentro esté decepcionado.
Decepcionado de ésta raza animal que se cree dios, que se cree el llamado a dominar todo, este animal que también soy yo, que es lo peor que el cosmos creó.
Chato de tantas palabras burdas y modas absurdas. En silencio los veo y me convenzo cada vez más de que soy un exiliado de éste tiempo, de los intereses banales de la sociedad y toda esa enfermedad. Van todos cabizbajos pero no por estar mirando el suelo sino porque su mano se desliza por el virtual anzuelo. Pero bueno consuelo es lo que ver suelo en éste lírical vuelo.
UNTÚ
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