9 de octubre de 2014

6 meses

9 de Octubre
Hoy volví a soñar. Soñé hasta pasado el mediodía, envuelto en mantos de felicidad y tiempos pasados. Debo haber despertado unas cuatro veces en el transcurso de nueve horas, pero irremediablemente volvía a caer en garras de mis sueños. Su rostro, combinado con distintas imágenes de mi más tierna infancia, sólo puede significar una cosa: felicidad. Soñé con la casona de mis primos en Santiago, soñé con la calle donde di mis primeros paseos, y soñé con el lago donde pasé los mejores veranos de mi vida. Sin embargo, estos parajes y recuerdos no fueron protagonistas en mis divagaciones. Todos cumplían un rol secundario, puesto que acompañaban su mirada.
Los ojos color caoba contrastan maravillosamente con su piel de porcelana, donde sólo se atreven a nadar las pecas y lunares más audaces. Sus cabellos color miel brillan de distintas maneras, en especial en las primeras horas del día, o en los últimos estertores del atardecer. La manera en que las comisuras de sus ojos se arrugan cuando sonríe me recuerda vagamente a los pliegues de un tulipán, con aquella suavidad y hermosura propia de los pétalos de una flor. Al recorrer los contornos de su cuerpo con mis manos, siento como si estuviese acariciando un trozo del universo; el delicado roce de piel con piel produce una música más hermosa que cualquier violín, y las vibraciones de su cuerpo se condicen con los latidos de mi corazón. Las palabras sobran; ella es más que cualquier otra cosa.
Despertar feliz no siempre es lo mejor. Despertar triste y darse cuenta de que solo fue un sueño produce una gratificación y tranquilidad inmediata. Por otra parte, despertar feliz…

Hoy se cumplen 6 meses desde que la deje de ver. 

Rocesin

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