Volando cayó en cuenta de la pequeñez de su universo, de la ironía de
lo infinito.
Siguiendo el camino marcado por las pisadas de los eternos antepasados
advirtió el instinto gregario. Y de que el eterno fragmento de totalidad que la
habita nunca se colmará. Se percató de que la verdadera victoria no es seguir
corriendo, sino que reside en encontrarle un sentido a nuestro andar absurdo.
Ahora que me encuentro parada en medio de la calle, que los autos
chillan y que ya ni reparo en quién me he convertido, me pregunto: ¿Me
acompañas?
Diana O.
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