26 de septiembre de 2014

Ya

No puedo escapar a mi inherente condición.  Y por más que me abandone y renuncie concienzudamente a mis facetas, los perros me olfatean y siguen mis estrafalarias huellas. Tiempo perdido si intento alejarme, mientras más lejos vuelo, más me acerco a la intrínseca obsesión. Poco a poco, se acumulan las cargas que incoherentemente me hacen levitar. 
Y heme aquí de nuevo, otra vez frente al desinteresado papel. Esforzándome por podar las malezas de la sensatez. Pienso que ya no vale la pena la invitación para recorrer los túneles del núcleo, que el entendimiento ha quedado desplazado sólo para mi doctor.
Antes era el miedo de no hallar respuestas, a no reconocerme en los demás. Hoy, es el olvido y el tedio. Ya basta con tonterías motivacionales, estereotipos, proyectos. Soy el huérfano de la identidad. Soy la indecisión terrenal.
(En las mañanas, lavo mi cara y me coloco la máscara. Máscara social, máscara de los mil rostros.)

Tuhnaer

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