3 de septiembre de 2014

Extracto de "Cuatro años a bordo de mí mismo" de Eduardo Zalamea Borda

"Me aburría profundamente y concienzudamente en esa corta ciudad, leyendo libros estúpidos y acaramelados de Ricardo León, Jorge Ohnet y Henri Bordeaux. No llegaban libros de otros autores y todos los ciudadanos se creían grandes poetas y literatos. La ciudad era pintoresca, a pesar de todo. Resultaba maravillosa como espectáculo. Pero no existe un espectáculo tan decididamente divertido que pueda curar el aburrimiento perenne. Y un día resolví irme. Sin saber para dónde. Un abuelo mío había sido pirata. Un abuelo o un bisabuelo. No lo recuerdo exactamente. Yo no sabía para dónde irme. Pero eso no importaba. Lo único necesario era salir de allí.
Y por fin llegó la mañana de aquél lejano día de enero que debía ser el de mi viaje. Comencé a despedirme de la ciudad, como si no hubiera de volver nunca. Crecía en mí la certidumbre de la ausencia y se me alargaban las perspectivas de la distancia que habría de separarme de la ciudad. Cada minuto que pasó de aquel día, me dejó recuerdos de años. Lo remoto, lo desconocido, lo distante, adquirían frente a mi pensamiento -anticipo de lo que había de dejar más tarde y para siempre la retina- aspectos sorprendentes. Y en todos los instantes de aquel día -que para mí no tuvo color- se agolparon paisajes que había de mirar más tarde. Nacieron entonces rostros que eran en ese tiempo, más jóvenes que cuando los vi en carne, y esbozáronse sensaciones que experimenté después."

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