Como llega quien no tiene donde.
Ahí, en ese lugar sin rostro
Todo era muy caro.
Hacía frío,
Ese frío de los fuegos que no calientan
Y los chalecos que no abrigan
Entre nada encontré una banca.
Me senté porque era lo más sensato que podía hacer.
Vi pasar muchos cuerpos y dos almas,
Sólo dos almas con las que pude amar entre tan poco.
La primera se acercó tambaleante,
Le di a fumar de mi cigarrillo,
Me dijo su nombre
Y lo olvide de inmediato.
La segunda se acercó tímida,
Tenía en el rostro lágrimas falsas,
Mas su pena era verdadera.
Le acaricie la cabeza
Y nos sentimos bien.
Se acostó por un momento junto a mí.
Solo un momento,
Después se paró y se fue,
Pues se dio cuenta
Que yo me iría también.
Matías Mandujuano
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