en los ojos de la bestia que acecha,
He sentido la cadencia
de esa sensación que llega antes del final.
He despertado de ese sueño letárgico,
que no te deja sentir. Y esa sensación,
es indescriptible. Como el murciélago,
que a pesar de ser espantoso, vuela.
Una catarsis
que no tiene principio ni fin,
ni razón de ser. Sólo es.
Y como no existe la tristeza,
no hay espacio para la felicidad.
Sólo la ocurrencia y la excitación
que viene cuando vemos la luz en el fondo
SOY PLENO, VIVO, SIENTO.
Y no hay lugar para nada en este mundo
que tenga sentido. La vana calidez de la emoción,
ese dulce candor de la cobardía.
La flecha que atraviesa el corazón
La luz que desaparece al final del día.
La inspiración es cara.
Hay que pagarla con humillación,
frustración, ridículo y fracaso.
Y hay que ser muy despierto para reconocerla.
Es ese manjar delicioso que luego retumba
en los pasillos de tus intestinos.
Es el placer seguido de la culpa.
La música que daña el tímpano
Y el libro que no te deja dormir.
Ese que te acosa hasta cuando vas al baño.
Que sorbe tu vida cual aspiradora del destino.
SIN LÍMITES, SÓLO ADVERTENCIAS QUE NUNCA ACABAN.
Que te informan de ese precipicio que nunca aparece.
Del choque que nunca ocurrió.
Del pueblo deshabitado, de la casa abandonada.
El peligro no existe. Sólo hay una noción
de éste en nuestras mentes, un cerco
del que no podemos escapar. Y no sabemos
que hay más allá.
Hay pocos que escapan. Y aún menos
que escapan y vuelven. Esos pocos son
los insanos, esos que vemos en la calle
y nos reímos internamente. Es porque no sabemos
que ellos saben lo que hay allá. Son ellos
los que se ríen de nosotros, y con razón.
Estoy corriendo en círculos por el laberinto
inexistente de mi imaginación. Siendo engañado
por las triquiñuelas de la vuelta inesperada.
Por las argucias de ese callejón sin salida,
que no da lugar a la escapatoria. El espectáculo
de lo maravilloso. La fanfarria de lo vacío.
La algarabía de los incrédulos, el carnaval
de lo inexistente. La gran contradicción.
La insensibilidad es el mayor flagelo del hombre.
La incapacidad de ser, ver, oír o llorar,
es un castigo desproporcionado. SIEMPRE.
Y la más dulce es la sobrexposición. Ya sea dolor
o placer, lo que uno guste, no hay nada mejor que sentir.
El pensamiento vuela, las palabras se arrastran,
las frases corren, agua del río.
Con la fuerza de un aluvión que consigo arrastra todo.
Jerry
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