20 de agosto de 2014

Somnium

Yacía mi cuerpo sobre mi respectiva cama.
Mi alma, somnolienta, fue quien de seguro lo impulso a echarse en esta hora muerta de la tarde.
Mi figura hallábase recogida: mi brazo izquierdo entre mis rodillas y mi mano derecha sosteniendo ligeramente mi liviana cabeza.
No tardé en sumergirme en un no tan profundo sueño. Me ubicaba extrañamente entre estas dos dimensiones espacio-temporales tan aludidas socialmente: la onírica y la “realidad” propiamente tal. En un comienzo, pequeñas escenas borrosas nacían y se desvanecían en la imagen, inconexas y superfluas. Poco a poco, estas dichas escenas emprendieron un cierto ascenso hacia lo tangible, es decir, que podía reconocer con más claridad las situaciones y los contornos que delimitaban la ilustración. Cuando súbitamente adquiría cierta conciencia de mi posición dentro de estos mini sueños desvinculados, mis ojos inevitablemente se despabilaban y me encontraba nuevamente en mi habitual pieza. Se volvió casi como un juego: aventurarme en un mundo, hasta entonces, “irreal” y desconocido y tratar de tomar las riendas de esta engañosa y virtual dimensión.
                En un ya estipulado ir y venir, me acordé de una enseñanza desprendida del libro de Carlos Castaneda “Viaje a Ixtlán”. Decía Don Juan, un brujo yaqui, que para arreglar los sueños debía uno enfocar en nuestras manos, los ojos y de tal manera renovar la energía y el poder necesario para soñar lúcidamente. Ante tal espontánea rememoración, me zambullí nuevamente en una alucinación presto a controlar mi narcosis. No demoré en darme cuenta que una vez más estaba soñando y me apresuré en alejarme de la escena que me envolvía y enfocar fijamente mis huesudas manos.
Una desgarradora vibración advirtieron mis rodillas y mi mano. Mi cuerpo totalmente inmovilizado. Pensé que era mi celular pero reparé de inmediato con la memoria que lo había dejado sobre la mesa. Tres zumbidos y la oscilación subió a mi pecho. Mi corazón quería escapar de su caja torácica. Me agité. Inmediatamente, mi mano derecha se percató de un pulso incontrolado brotando de mi sien. Fondo negro o blanco, no supe distinguir. Toda la pieza vibró, gritó y vivió. Un portazo seco y un grito grave y profundo: “¡No!”. Definitivamente, desperté. Aún sin poder o querer moverme. Las mantas sobre mi cabeza, mi conciencia dudosa. Moví lentamente mi mano derecha y destape mi rostro. La luz afectó ligeramente mi visión. Me incorporé y “mierda” me dije o me grité. Otro mundo había atisbado.  

Thor 

No hay comentarios: