19 de agosto de 2014

Desliz en el más allá

Por debajo de la mesa, ella acariciaba tierna e inocentemente su rodilla. Sus dedos eran suaves y lentamente formaban pequeños círculos imaginarios que codificaban cósmicas señales de amor. Ella lo miraba fijamente a sus ojos y con la otra mano rozaba su brazo derecho para tener su atención gracias al cálido contacto.
Él la ignoraba sin querer. Tenía inconscientemente su vista clavada en un intrascendente desajuste del tablero horizontal de la mesa, que tenía en su centro (no-centro-realmente) un cuadrado de cerámica azul mal pegado. Simplemente, un eslabón suelto dentro de una infinidad de mesas del local sin ninguna importancia. Casi como en un acto de recogimiento, él había depositado su vista en un punto fijo y se había vuelto a mirar sus espontáneos y curiosos pensamientos.
Ella lo llamaba entre murmullos por su nombre, sin embargo, él no lograba captar su afectuosa presencia. No tardó mucho rato en molestarse y hasta en un momento, preocuparse. Resultaba extravagantemente raro que no sintiera el peso de su mirada ni respondiese a sus ordinarias señales.
Él se hallaba lejos. Distante. Había extrapolado su mente y su cuerpo, dejando este último totalmente desarticulado y desactivado. Sus sentidos carecían de funcionalidad y digamos que por un momento, su alma se apoderó del presente espacio-temporal dejando inmovilizado a su gran máquina de juguete.
Allá arriba, ni siquiera se escuchaban claras voces ni fuertes razonamientos. Era un griterío sin cesar. En las grandes columnas de piedras, bailaban sin temor las musas de la locura en un desorganizado blues. En la tarima, yacían susurrando los arcángeles y los mensajeros, los leviatanes y los soldados, y las aves con los muertos. Volaban soles, estrellas, hojas y frutas por los aires, haciendo de la imagen un sensacional espectáculo. Por allá detrás, allá por los cerros, se alcanzaba apreciar una diminuta silueta que agitaba sus manos al compás de la escena.
Ella lo sacudió mientras le lanzaba su rápido y seco apelativo.
Él dio un leve brinco y volteó violentamente su rostro.
Se miraron por primera vez a los ojos.
Ella le preguntó si estaba bien.
Él le respondió naturalmente que sí
Pero en realidad yo estaba mintiendo maquinalmente.


                                                                                                                                                     
Elias Roth


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