Estoy sentado sobre un balde de pintura cualquiera observando fijamente el palo en frente de mis narices. Alado, sostiene la pita que sirve en las tardes de sol para colgar la ropa. En mi mano derecha, un tabaco se consume lentamente entre suspiros, recuerdos y ansias de olvido.
Sé que detrás de mí, sobre los vidrios del ventanal, escurridizas arañas acompañan mi soledad. A un costado en el joven pasto, sé también que desfilan uniformemente familias enteras de hormigas. Y cuántos seres vivos más se percatarán de mi desinteresada presencia. Qué ganas de hablar con aquellas inciertas vidas que no cumplen con angustia y peso la condenada sociedad. Yo sólo tengo mi lápiz y papel; y la escritura que, entonces, se convierte en la única vía para no morirme de una sobrecarga mental-pasional.
Anónimo
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