30 de agosto de 2014

La luna de la mañana

“Muchos nacen, pero pocos logran vivir. Los muertos son, irónicamente, los que más temen a la muerte” Esa mañana despertó, sin haber soñado nada, era un jueves más, o lunes, para él no había diferencia. Apagó el despertador (cuyo sonido odiaba, pero ¿qué más da?), se levantó y dio inicio a su día. A las siete de la mañana la luna seguía en el cielo, pero él no la vio, tampoco a los pájaros de aquel árbol afuera de su casa. El día anterior había llovido, y el aire estaba mejor que nunca, pero, ¿Cuándo se ha visto a un muerto respirar? Estaba subiendo a su auto cuando vio a su vecino saliendo de su casa, lo saludó, le sonrió (él sonreía mucho, pero nunca sonreía), y subió su auto, aunque en lo ultimo que pensaba era en manejar. Por la vereda de una de las calles por las cuales manejaba todos los jueves, o todos los lunes, iba caminando una pareja, tomados de la mano, hablan de las maravillas que hacia la lluvia con el aire y de lo linda que se veía la luna a esa hora. El hombre se les quedo mirando y, sin saber muy bien porque, en un acto casi instintivo, apagó la radio y bajó la ventana, a lo mejor descubría porque estaban tan felices, pero lo único que escuchó fue el ruido de una bocina, a cada instante más fuerte, giró su cabeza hacia el parabrisas y vio un auto en dirección contraria a unos cuatro metros, y fue ahí, en ese segundo eterno, cuando supo que había llegado el momento que temió, e inconscientemente anheló, por mucho tiempo, pero ya no más. Sabía que no se iba a morir, que ya estaba muerto, que nunca vivió. “ahora podré mirar la luna un poco más de cerca”, pensó.

Mandu

El mar es como el hombre

El mar que coquetea a cada segundo con la arena no es más que un hombre, un hombre cualquiera.
Tímido se acerca, buscando alguna excusa o algún momento determinado, exacto, así pasa gran parte del día según las gaviotas.
Pero hay días en que se pronuncia como una explosión indescifrable pero con la misma tierna timidez. Tal y como algún hombre se agranda, ensancha y transforma, todo para conquistar de una vez y para siempre a la indiferente arena.
Con solo el cielo de testigo aveces se acarician, se tocan levemente, como algún hombre palpa con precisión de pincel el cabello de alguna mujer.
Hay veces en que el mar y la arena pelean, suele ocurrir de noche mientras la luna terca y mal intencionada reta al mar a desafiar arenas, a crecer y llegar más allá de lo permitido o estipulado por las estrellas.
Nadie sabe con certeza lo que ocurre por las noches, sin embargo ha de ser algo muy grande, algo insondable y escondido. Tan secreto, que a cada mañana es apreciable a cualquier ojo notar al mar pasivo, tímido, dolido y quizás hasta arrepentido.
Oh! pálida e impasible arena, cuéntanos que has hecho con el mar, recítanos que has de hacerle esta noche.
¿Acaso no es digno merecedor de toda tu basta cintura color luna?
¿No es capaz siquiera de conquistar tus curvas?, ¿de mecerte en vez de tú a él?
El mar grita y ya cae la noche, creo que se enfurece y es explícito el espectáculo que una vez más ocurrirá.
Acto genuino de amor y odio, duermen juntos todas las noches desde todos los tiempos pero siguen en guerra poética, sin tregua. ¿Quién pudiese llegar a entenderlos?
El mar avanza hacia mi cuerpo sobre en la arena, advirtiéndome y gritando cada vez más fuerte. Está irritado conmigo aquí.
La arena permanece quieta como piedra, seduciéndolo y tentándolo con facultad de afrodita.
Yo por mi parte escapo, es deber contar otras historias. Esta noche huyo de la guerra.

N.G.

28 de agosto de 2014

Una noche, una escritura

Solo en la soledad de la noche que me acompaña
improvisando en esta gran batalla contra mi gran enemigo,
ese yo que engañarme busca
a ratos me nubla,
a ratos me ofusca,
a ratos me rebusca
en raros caminos que se cruzan
recolectando palabras que se usan
para darle sentido a ésta cruzada,
caminando sencillo sin sacar la espada
en instancias inecesarias.
Eso lo he visto en personas varias
poniendo vallas donde éstas no se hallan
así pues la cabeza estalla
en oportunidades inesperadas
y las ideas se dispersan, vagan perdiéndose del radar,
explorando por el más allá
deseando que mi mente junto a ellas se vire, se vaya,
se vire, se vaya ya!!

Tré

Pasas que cosan

De tanto aparecer en mi mente,
la idea de su amor
al contrastar con la cotidianidad
me golpea bastante fuerte
¿ Por qué no es otra mi suerte?

Sus ojos me encantan
aparecen en mis sueños
y a las pesadillas espantan.
Mi voz canta
al atardecer y al alba
pero algo le falta.

Algo le falta
para lograr la plenitud.
Para transformar esta carga
su mano hace falta,
para abrir esta jaula
y liberar mi alma.

Poeta sonámbulo

Con el lapiz en la mano

Pienso en que contarte con el lapiz en la mano,
el clima sensorial varía en este lapso que llevo sentado.
Afuera nada cambia,
adentro me mantengo amarrado a los sueños que he creado,
para no quedarme tirado
en este suelo asfaltado.
Me mantengo aferrado
para que no sea errado
el deseo de que los deseos
se vuelvan un real estado.
El día está nublado
la gente de prisa va de lado a lado
y yo sigo aqui sentado
con el lapiz en la mano.

Pienso en que contarte con el lapiz en la mano,
la gente ya no está
o más bien yo entre ellos
no me he encontrado.
Mis ojos fielmente
a ti te han observado
y tú fructiferamente
mis andanzas haz plasmado.

Tré

26 de agosto de 2014

Emblemal

Camino con mi emblema,
lo muestro y luzco a todo quien me rodea.
Soy altivo y distante al traerlo en mi pecho,
es mi escudo, para que el mundo lo vea.

Y ahora que lo necesito, lo llamo, le pido ayuda.
Pero nada funciona, no me responde.
Me inunda la silente conmoción del fracaso,
y mientras mi sombra se esconde
con preguntas tan tristes, como ver casi vació un vaso,
me interroga:
-¿Donde está tu fuerza?
-¿Donde está tu coraza de metal?
-Por cierto, más de ceda que metal.
-¿Acaso es éste tu ocaso?
-¿Donde estás tú? o ¿Donde está tu emblema?
-¿Donde está tu emblema? o ¿Donde estás tú?

Entre éste periódico ir y venir que no frena,
sin encontrar lápiz que una el trazo,
medio desvanecido y confundido de gran manera,
un reflejo en la ventana del metro me da la respuesta:
-¡ Ahueonao, te equivocaste de polera !


Lak Ant

Armonía en sol menor

Me siento solo
me lleva el desierto 
me arden los pies... 

te regale mi silencio 
mi bulla y mi centro 
te haces agua, 
es solo un espejismo 
te haces llanura, 
es solo sed.... 

Hablaría de oasis 
pero la arena entro en mis ojos 
deseo un tornado fatal 
pero solo tengo al sol... 

(y me rio) 
recuerdo el olvido 
(rio sin parar) 
olvido el recuerdo 
(y giro) 
olvido el olvido 
(giro sin parar) 

miro al cielo 
y en las nubes un olivo 

Me siento solo 
me llevó el desierto 
me arde la piel.

Isabel 

20 de agosto de 2014

Somnium

Yacía mi cuerpo sobre mi respectiva cama.
Mi alma, somnolienta, fue quien de seguro lo impulso a echarse en esta hora muerta de la tarde.
Mi figura hallábase recogida: mi brazo izquierdo entre mis rodillas y mi mano derecha sosteniendo ligeramente mi liviana cabeza.
No tardé en sumergirme en un no tan profundo sueño. Me ubicaba extrañamente entre estas dos dimensiones espacio-temporales tan aludidas socialmente: la onírica y la “realidad” propiamente tal. En un comienzo, pequeñas escenas borrosas nacían y se desvanecían en la imagen, inconexas y superfluas. Poco a poco, estas dichas escenas emprendieron un cierto ascenso hacia lo tangible, es decir, que podía reconocer con más claridad las situaciones y los contornos que delimitaban la ilustración. Cuando súbitamente adquiría cierta conciencia de mi posición dentro de estos mini sueños desvinculados, mis ojos inevitablemente se despabilaban y me encontraba nuevamente en mi habitual pieza. Se volvió casi como un juego: aventurarme en un mundo, hasta entonces, “irreal” y desconocido y tratar de tomar las riendas de esta engañosa y virtual dimensión.
                En un ya estipulado ir y venir, me acordé de una enseñanza desprendida del libro de Carlos Castaneda “Viaje a Ixtlán”. Decía Don Juan, un brujo yaqui, que para arreglar los sueños debía uno enfocar en nuestras manos, los ojos y de tal manera renovar la energía y el poder necesario para soñar lúcidamente. Ante tal espontánea rememoración, me zambullí nuevamente en una alucinación presto a controlar mi narcosis. No demoré en darme cuenta que una vez más estaba soñando y me apresuré en alejarme de la escena que me envolvía y enfocar fijamente mis huesudas manos.
Una desgarradora vibración advirtieron mis rodillas y mi mano. Mi cuerpo totalmente inmovilizado. Pensé que era mi celular pero reparé de inmediato con la memoria que lo había dejado sobre la mesa. Tres zumbidos y la oscilación subió a mi pecho. Mi corazón quería escapar de su caja torácica. Me agité. Inmediatamente, mi mano derecha se percató de un pulso incontrolado brotando de mi sien. Fondo negro o blanco, no supe distinguir. Toda la pieza vibró, gritó y vivió. Un portazo seco y un grito grave y profundo: “¡No!”. Definitivamente, desperté. Aún sin poder o querer moverme. Las mantas sobre mi cabeza, mi conciencia dudosa. Moví lentamente mi mano derecha y destape mi rostro. La luz afectó ligeramente mi visión. Me incorporé y “mierda” me dije o me grité. Otro mundo había atisbado.  

Thor 

Falanges

Escribo por el simple hecho de que la palabra viene a la mano como la orina a la uretra.
Escribo sin preámbulo, sin sumisión y sin condecoro.
Yo te escribo, pero puedo hacer más.
Puedo crearte, puedo tocarte, olerte, sentirte y narrarte.
La metáfora de la palabra es redundante en sí, olvidando sujeto y predicado.
El sujeto se hace efímero y el abecedario toma el pulso.
Letras que danzan entre los dedos, se deshacen y vuelven a unirse.
Letras que logran su cometido. Nacen y clavan.
Intercalan bruma y noche, cigarrillos y búhos.
Y es que el pecado capital no consiste en la tentación.
El pecado virtuoso recae en el ímpetu.
En la estética.
En la simple maravilla original de la dimensión fonética.
De ahí en más vino el giro y el vuelo.
El hambre y el frío.
El beso y la culpa, el golpe, el caos, el susurro y la máscara.
El yo, el ello, el verso y tú.


Tabor 

19 de agosto de 2014

Momento en particular impreciso

Estoy sentado sobre un balde de pintura cualquiera observando fijamente el palo en frente de mis narices. Alado, sostiene la pita que sirve en las tardes de sol para colgar la ropa. En mi mano derecha, un tabaco se consume lentamente entre suspiros, recuerdos y ansias de olvido.
Sé que detrás de mí, sobre los vidrios del ventanal, escurridizas arañas acompañan mi soledad. A un costado en el joven pasto, sé también que desfilan uniformemente familias enteras de hormigas. Y cuántos seres vivos más se percatarán de mi desinteresada presencia. Qué ganas de hablar con aquellas inciertas vidas que no cumplen con angustia y peso la condenada sociedad. Yo sólo tengo mi lápiz y papel; y la escritura que, entonces, se convierte en la única vía para no morirme de una sobrecarga mental-pasional.


Anónimo

Desliz en el más allá

Por debajo de la mesa, ella acariciaba tierna e inocentemente su rodilla. Sus dedos eran suaves y lentamente formaban pequeños círculos imaginarios que codificaban cósmicas señales de amor. Ella lo miraba fijamente a sus ojos y con la otra mano rozaba su brazo derecho para tener su atención gracias al cálido contacto.
Él la ignoraba sin querer. Tenía inconscientemente su vista clavada en un intrascendente desajuste del tablero horizontal de la mesa, que tenía en su centro (no-centro-realmente) un cuadrado de cerámica azul mal pegado. Simplemente, un eslabón suelto dentro de una infinidad de mesas del local sin ninguna importancia. Casi como en un acto de recogimiento, él había depositado su vista en un punto fijo y se había vuelto a mirar sus espontáneos y curiosos pensamientos.
Ella lo llamaba entre murmullos por su nombre, sin embargo, él no lograba captar su afectuosa presencia. No tardó mucho rato en molestarse y hasta en un momento, preocuparse. Resultaba extravagantemente raro que no sintiera el peso de su mirada ni respondiese a sus ordinarias señales.
Él se hallaba lejos. Distante. Había extrapolado su mente y su cuerpo, dejando este último totalmente desarticulado y desactivado. Sus sentidos carecían de funcionalidad y digamos que por un momento, su alma se apoderó del presente espacio-temporal dejando inmovilizado a su gran máquina de juguete.
Allá arriba, ni siquiera se escuchaban claras voces ni fuertes razonamientos. Era un griterío sin cesar. En las grandes columnas de piedras, bailaban sin temor las musas de la locura en un desorganizado blues. En la tarima, yacían susurrando los arcángeles y los mensajeros, los leviatanes y los soldados, y las aves con los muertos. Volaban soles, estrellas, hojas y frutas por los aires, haciendo de la imagen un sensacional espectáculo. Por allá detrás, allá por los cerros, se alcanzaba apreciar una diminuta silueta que agitaba sus manos al compás de la escena.
Ella lo sacudió mientras le lanzaba su rápido y seco apelativo.
Él dio un leve brinco y volteó violentamente su rostro.
Se miraron por primera vez a los ojos.
Ella le preguntó si estaba bien.
Él le respondió naturalmente que sí
Pero en realidad yo estaba mintiendo maquinalmente.


                                                                                                                                                     
Elias Roth


Detrás

El eco de mi voz
no retumba en la pared
¿acaso soy mudo
que no escucho las penas cantar?
El tímido silbido
no escapa de su jaula
sin que sus pasos manchen
el cuarto vacío.
Me río en silencio
para no asustar
esos curiosos espías
que miran por lo bajo.
Si la tela respira
no soy el único muerto
ni el loco solitario
que todos apuntan.
La prueba de la inconsistencia
estaría
notablemente
explícita.
Si miras mis ojos
mírame bien
que ahora el lobo derrumbaría
esos muros que tan edificados
ocultan mis dichas.


Thor

18 de agosto de 2014

Knock out

El recuerdo de aquella noche, me golpeó la memoria hasta el knock out. Toda forma de maniobrar fue dada por la sombras y la penumbra inundaba facciones entremezclándose con la intención del colchón. Pero comenzar con el amor es cosa de la imaginación. No me dio ni siquiera la posibilidad de aceptarla, se convulsionó en mí como una tormenta en cólera dispuesta a incendiar al Amazonas de mis temores. La charla fue pasajera, las palabras salían de mi boca arrastrándose por mis labios oprimidos y resecos, incapaces de pronunciar palabras de más de tres sílabas producto de profundas llagas perpetuadas por el clima de la costa. De su boca decir que era un baile. La lengua deseaba imperiosamente extender sus límites y saborear cada movimiento generativo del diálogo. Mis silencios fueron la bienvenida de su voz. El traslado a la cama fue mediado por una estación fútil y fría. La habitación nos esperaba con apenas el reflejo de una oxidada lámpara apuntando el respaldo de madera, desde donde colgaban fotografías borrosas y antiguas, hilos desde el techo y fragmentos de sueños. 
El frío nos pegaba por nuestros miedos. 
La abracé con fuerza de inviernos solos, 
La besé con ganas de hacerlo antes y después del ahora del beso, 
Permitimos la queja placentera, el alarido de furor nos atoraba y nos ahogaba hasta desvanecernos. 
El devenir era de humo y sombras, la luna en su vértice en un cielo minúsculo apenas visto por un fragmento de ventana iluminaba nuestros cigarrillos que brillaban y desvanecían, brillaban y desvanecía su cuerpo, consumiendo a cada inhalada bocanadas de densidad y noche. El colchón no nos oponía resistencia e inertes en él nos sentíamos a gusto como niños bajo frazadas. Escuché su verdadera voz, esa que sólo se dice en silencio fúnebre, noche y amor. Escuché su verdadero amor y luego de repetirnos el acto, cuando el alba ya asomaba y deseaba comenzar su opereta, nosotros, los de la noche, humo y amor, nos derretimos bajo un frío tenebroso de almas plenas y corazones inseguros.

Tabor 

Extracto de Charles Bukowski

"Para aquellos que creen en Dios, la mayoría de las grandes preguntas están resueltas. Para aquellos de nosotros que no aceptamos la formula divina, las grandes respuestas no permanecen escritas sobre piedra. Somos flexibles. Nos ajustamos a las nuevas condiciones y descubrimientos. Somos flexibles. Yo soy mi propio dios. Estamos aquí para olvidar las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educacional. Estamos aquí para beber cerveza. Estamos aquí para acabar con la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tiemble al llevárnoslos (...) Parecía como si sólo hubiese dos elecciones: vivir dentro de la carrera de atropellos o ser un marginado hundido."

La punta de la nube naranja

Sentados en la arena inmensa que se envolvía en ella misma con su tonalidad grisácea y crema, el brillo que emanaba de cada ínfima cuasi molécula de materia nos parecía abrumador. El cielo siempre fue un buen cuadro por contemplar, pero la tarde de hoy  nuestras pupilas se inundaron del fulgor más puro y destellante de la totalidad de sus tonalidades irradiadas con la misma fiereza que el mar trataba de hundir la tierra y, a la vez, con la pureza inacabable de los majestuosos astros. El infinito era eso. Era ese inmenso mar que resonaba y golpeaba su eco en las rocas detrás nuestro, era ese cielo jugando al arcoíris, y éramos nosotros hundiéndonos en un profundo placer de tranquilidad y reconocimiento. En ambas direcciones se distendía nuestra ya asombrada percepción, sin finitud, sin destino, solo avanzando como un rayo y devorando todo, tanto como al universo externo como al de nosotros mismos. El movimiento sutil y delicado de cada nube ubicada a distancia inexistente e innecesaria frente a mis ojos contrastaba con su majestuosidad de cordón montañoso, el ritual había comenzado y eran ellas las que decidían mover los hilos de la marioneta cósmica incitándonos a sonreír y agradecer.
La playa nos parecía un lugar inagotable y el cielo la galaxia misma. El tiempo se desvanecía y caía como un apesadumbrado titan dolido desde hace tanto tiempo por intensos dolores de cabeza y malas conjeturas, derretía sus manijas y explotaba los relojes al unísono que el sol tomaba el protagonismo y el centro de la función transformando el celeste cielo en azul mar, en prístinos naranjas, en verdes y lilas que intentaban a toda costa destruir nuestras pupilas que lloraban para adentro pidiéndole a los órgano de nuestro esqueleto que por favor desencadenara toda índole de variación ocular para ser capaces de retener el paisaje por siempre.

Las aves se arrastraban por la espuma del cielo, iban y venían como delicadas bailarinas, girando y extendiendo sus extremidades con tanta parsimonia que la gravedad no era nada más que las ocho letras poco ordenadas y de agrio sonido. La realidad a esta altura era una bonita ficción, la suavidad de aquellos seres aéreos era interrogativa para saber si su figura era única o dual, o si su dualidad era sólo uno. Jugábamos a eso. A desafiar los parámetros de las normas. Fuimos criaturas tan poderosas que nuestros ojos embrionarios brillaban con la fuerza del alma creadora y nuestras bocas sonreían al saber que desde hoy el universo era el único y majestuoso ente al cual venerar.

Tabor




17 de agosto de 2014

Extracto de "Narciso y Goldmundo" de Hermann Hesse

"— Escucha — le dijo—. Nada mas que en una cosa te aventajo: yo estoy despierto mientras que tu lo estas tan solo a medias y, a veces, duermes por complete. Llamo despierto a aquel que, con la razón y la conciencia, se conoce a sí mismo y conoce sus mas íntimas fuerzas, impulsos y flaquezas irracionales, y sabe contar con ellas. El aprender esto es el sentido que para ti puede tener nuestro encuentro. En ti, Goldmundo, el espíritu y la naturaleza, la conciencia y el mundo de los ensueños se hallan muy distanciados; has olvidado tu infancia, y ella desde el hondón de tu alma te solicita. Y te hara sufrir hasta que le prestes oídos... Bueno; de esto basta. Como te decía, pues, en lo de estar en vela soy mas fuerte que tu; aquí te aventajo y, por eso, puedo serte de provecho. En todo lo demás, querido, eres superior a mí... digo, lo seras en cuanto te hayas encontrado a ti mismo."

Mi bohemia

Me iba, con los puños en mis bolsillos rotos...
mi chaleco también se volvía ideal,
andando, al cielo raso, ¡Musa, te era tan fiel!
¡cuántos grandes amores, ay ay ay, me he soñado!

Mi único pantalón era un enorme siete.
––Pulgarcito que sueña, desgranaba a mi paso
rimas Y mi posada era la Osa Mayor.
––Mis estrellas temblaban con un dulce frufrú.

Y yo las escuchaba, al borde del camino
cuando caen las tardes de septiembre, sintiendo
el rocío en mi frente, como un vino de vida.

Y rimando, perdido, por las sombras fantásticas,
tensaba los cordones, como si fueran liras,
de mis zapatos rotos, junto a mi corazón.


Arthur Rimbaud 

A ti

Quienquiera que seas, sospecho con temor que caminas por los senderos de los sueños,
Temo que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus manos,
Desde ahora tus facciones, alegrías, lenguaje, casa, negocio, modales, molestias, locuras, traje, se separan de tí,
se me aparecen tu alma y tu cuerpo verdaderos,
se apartan de negocios, comercio, tiendas, trabajo, granja, casa, compra, venta, comer, beber, sufrimiento, muerte.

Quienquiera que seas, pongo sobre tí mis manos para que seas mi poema,
te murmuro al oído:
he amado a muchas mujeres y a muchos hombres, pero a nadie he amado tanto como a tí.

Oh, he sido tardo y mudo,
debí haberme abierto camino hacia tí hace mucho tiempo,
no debí haber proclamado a nadie sino a tí, no debí haber cantado a nadie sino a tí.

Lo abandonaré todo y vendré, y cantaré himnos en tu honor,
nadie te ha comprendido, pero yo te comprendo,
nadie te ha justificado, y tú no te has justificado tampoco,
no hay nadie que no te haya encontrado imperfecto, sólo yo no hallo en tí imperfecciones,
no hay nadie que no haya querido esclavizarte, yo soy el único que no aceptará tu servidumbre,
yo soy el único que no te impone señor, ni dueño, ni superior, ni Dios, fuera de los que hay intrínsicamente en tí mismo.

Los pintores han representado sus grupos abigarrados alrededor de una figura central,
de la cabeza de la figura central se extiende un nimbo de luz áurea,
pero yo pinto miríadas de cabezas, y a ninguna le falta su nimbo de luz áurea,
que de mis manos, y del cerebro de todo hombre y mujer, fluye y resplandece eternamente.

¡Oh, yo podría cantar de tí grandezas y glorias!
No te has conocido a ti mismo, tu vida entera sólo ha sido un sueño interior,
tus párpados han estado cerrados casi siempre,
tus actos vuelven a ti para escarnecerte
(si tu trabajo, tu saber, tus plegarias no vuelven a ti para escarnecerte, ¿para qué vuelven?),
el escarnio no te pertenece, debajo de él y dentro de él te veo en acecho,
te he seguido hasta donde nadie te ha seguido,
si el silencio, la mesa de trabajo, la expresión petulante, la noche, la rutina diaria te ocultan de los demás o de ti mismo, no te ocultan de mí,
si el rostro rasurado, el ojo inquieto, la tez impura engañan a los demás, a mí no me engañan,
yo aparto el vestido llamativo, la actividad vergonzosa, la embriaguez, la codicia, la muerte prematura.
No hay don de hombre o de mujer que no se adapte a ti,
no hay virtud ni belleza en el hombre o en la mujer que no estén también en ti,
y ningún placer les aguarda al hombre o a la mujer que no te aguarde también a ti.

En cuanto a mí, yo no doy nada a nadie sin darte a ti otra cosa igual,
yo no canto la gloria de nadie, ni la de Dios, antes de cantar tu gloria.

¡Quienquiera que seas, reclama lo tuyo a cualquier precio!
Las pompas de Oriente y Occidente son insignificantes comparadas contigo, estas praderas inmensas, estos ríos interminables: tú eres inmenso e interminable como ellos,
estos furores, elementos, borrascas, movimientos de la naturaleza, agonías de aparente aniquilamiento: eres tú, hombre o mujer, su soberano o soberana,
soberano o soberana, por tu propio derecho, eres dueño o dueña de la naturaleza, elementos, dolor, pasiones, aniquilamiento.

Las trabas caen de tus tobillos, encuentras en ti recursos inagotables,
viejo o joven, hombre o mujer, grosero, bajo, rechazado por todos, lo que tú seas te proclama,
a través del nacimiento, vida, muerte, entierro, los medios abundantes, nada te será escatimado,
a través de cóleras, pérdidas, ambiciones, ignorancia, hastío, lo que tú eres se abrirá paso.

Walt Whitman 

16 de agosto de 2014

...

Su percepción se abrió.
Qué raro le resultaba tener tanto poder.
Se sentía ajeno, distante.
Casi irreal.


Ni tan anónimo

14 de agosto de 2014

Extracto del cuento "El pájaro verde" de Juan Emar

"(...) La noche del 9 de febrero, sorbiendo nuestras tazas de café en mi escritorio, mi tío me preguntó de pronto, alargando su índice tembloroso hacia el pájaro verde:
-¿Y ese loro?
En breves palabras le conté cómo había llegado a mis manos después de una noche de diversiones y bullicio de mis mejores amigos y a la que no había podido asistir por haber ingerido el día antes enormes cantidades de comida y de alcoholes varios. Mi tío José Pedro clavóme entonces una mirada austera y luego, posándola sobre el ave, exclamó:
-¡Infame bicho!
Esto fue todo.
Esto fue el desatar, el cataclismo, la catástrofe. Esto fue el fin de su destino y el comienzo del total cambio el mío. Esto -alcancé a observarlo con la velocidad del rayo en mi reloj mural- aconteció a los 10 y 2 minutos y 48 segundos de aquel fatal 9 de febrero de 1931.
-¡Infame bicho!
Exactamente con perderse el último eco de la "o" final, el loro abrió sus alas, las agitó con vertiginosa rapidez y, tomando los aires con su pedestal de ébano siempre adherido a las patas, cruzó la habitación y, como un proyectil cayó sobre el cráneo del pobre tío José Pedro.
Al tocarlo -recuerdo perfectamente el pedestal osciló como un péndulo y vino a golpear con su base -que debe haber estado bastante sucia- la gran corbata blanca de mi tío, dejando en ella una mancha terrosa. Junto con ello, el loro clavaba en su calva un violento picotazo. Crujió el frontal, cedió, se abrió y de la abertura, tal cual sale, crece, se infla y derrama la lava de un volcán, salió, creció, se infló y derramó gruesa masa gris de su cerebro y varios hilillos de sangre resbalaron por la frente y por la sien izquierda. Entonces el silencio que se había producido al empezar el ave el vuelo, fue llenado por el más horrible grito de espanto, dejándome paralizado, helado, petrificado, pues nunca habría podido imaginar que un hombre lograse gritar en tal forma y menos el buen tío de hablar lento y cadencioso.
Mas un instante después recobraba de golpe, como una llamara­da, mi calor y mi conciencia, cogía de un viejo mortero su mano de cobre y me lanzaba hacia ellos dispuesto a deshacer de un mazazo al vil pajarraco.
Tres saltos y alzo el arma para dejarla caer sobre el bicho en el momento en que se disponía a clavar un segundo picotazo. Pero al verme se detuvo, volvió los ojos hacia mí y con un ligero movimiento de cabeza, me preguntó presuroso:
-¿El señor Juan Emar, si me hace el favor?
Y yo, naturalmente, respondí:
- Servidor de usted.
Entonces, ante esta repentina paralización mía, asestó un segun­do picotazo. Un nuevo agujero en el cráneo, nueva materia gris, nuevos hilos de sangre y nuevo grito de horror, pero ya más ahogado, más debilitado.
Vuelvo a recobrar mi sangre fría y, con ella, la clara noción de mi deber. Alzase mi brazo y el arma. Pero el loro vuelve a fijarme y vuelve a hablar:
-¿El señor Juan Em... ?
Y yo, con tal de terminar pronto:
- Servidor de ust...
Tercer picotazo. Mi viejo perdió un ojo. Como quien usa una cucharilla especial, el loro con su pico se lo vació y luego lo escupió a mis pies.
El ojo de mi viejo era de una redondez perfecta salvo en el punto opuesto a la pupila donde crecía una como pequeña colita que me recordó inmediatamente los ágiles guarisapos que pueblan los panta­nos.De esta colita salía un hilo escarlata delgadísimo que, desde el suelo, iba a internarse en la cavidad vacía del ojo y que, con los desesperados movimientos del anciano, se alargaba, se acortaba, temblaba, mas no se rompía ni tampoco movía al ojo quedado como adherido al suelo. Este ojo era, repito -hechas las salvedades que anoto- perfectamente esférico. Era blanco, blanco cual una bolita de marfil. Yo siempre había imaginado que los ojos, atrás -y sobre todo de los ancianos-, eran ligeramente tostados.Mas no: blanco, blanco cual una bolita de marfil.
Sobre este blanco, con gracia, con sutileza, corrían finísimas venas de laca que, entremezclándose con otras más finas aún de cobalto, formaban una maravillosa filigrana, tan maravillosa, que parecía moverse, resbalar sobre el húmedo blanco y, a veces, hasta desprenderse para ir luego por los aires como una telaraña iluminada que volase.
Pero no. Nada se movía. Era una ilusión nacida del deseo -harto legítimo por lo demás- de que tanta belleza y gracia aumentase, siguiese, llegase a la vida propia y se elevase para recrear la vista con sus formas multiplicadas, el alma con su realización asombrosa.
Un tercer grito me volvió al camino de mi deber. ¿Grito? No tanto. Un quejido ronco; eso es, un quejido ronco pero suficiente, como he dicho, para volverme al camino de mi deber.
Un salto y silba en mi mano la mano del rnortero. El loro se vuelve, me mira:
-¿El señor Ju... ?
Y yo presuroso:
-Servidor de u...
Un instante. Detención. Cuarto picotazo.
Este cayó en lo alto de la nariz y se terminó en su base. Es decir, la rebanó en su totalidad.
Mi tío, después de esto, quedó hecho un espectáculo pasmoso. Bullía en lo alto de su cabeza, en dos cráteres, la lava de sus pensamientos; vibraba el hilito escarlata desde la cuenca de su ojo; y en el triángulo dejado en medio de la cara por la desaparición de la nariz, aparecía y desaparecía, se inflaba y se chupaba, a impulsos de su respiración agitada, una masa de sangre espesa.
Aquí ya no hubo grito ni quejido. Únicamente su otro ojo, por entre los párpados caídos, pudo lanzarme una mirada de súplica. La sentí clavarse en mi corazón y afluir entonces a éste toda la ternura y todos los recuerdos perdidos hasta la infancia, que me ataban a mi tío. Ante tales sentimientos, no vacilé más y me lancé frenético y ciego. Mientras mi brazo caía, llegó a mis oídos un susurro:
-¿El señ... ?
Y oí que mis labios respondían:
- Servid...
Quinto picotazo. Le arrancó el mentón. Rodó el mentón por su pecho y, al pasar por su gran corbata blanca, limpió de ella el polvo dejado por el pedestal y lo reemplazó un diente amarilloso que allí se desprendió y sujetó, y que brilló como un topacio. Acto continuo, allá arriba, cesó el bullir, por el triángulo de la nariz disminuyó el ir y venir de los borbotones espesos, el hilo del ojo se rompió, y el mentón, al dar contra el suelo, sonó como un tambor. Entonces sus dos manos flacas cayeron lacias de ambos lados y de sus uñas agudas, dirigidas inertes hacia la tierra, se desprendieron diez lágrimas de sudor.
Sonó un silbido bajo. Un estertor. Silencio.
Mi tío José Pedro falleció. (...)

13 de agosto de 2014

Extracto de "El arco y la lira" de Octavio Paz

"La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aisla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión histórica de razas, naciones, clases. Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no-dirigido. Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, ostenta todos los rostros pero hay quien afirma que no posee ninguno: el poema es una careta que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza de toda obra humana!"


11 de agosto de 2014

El mudo

Silente pudiendo no serla,
esta habitación no ha sido rota por mi voz porque la he dejado
en el olvido.
De mis palabras extravié el sonido.
Y aún así:
¿De qué serviría aplaudir
si no puedo gritar?
¿De qué sirve golpear las paredes
si no puedo maldecirlas,
o quejarme de su silencio sepulcral?

No recuerdo ni el tono, ni el volumen,
ni el timbre de lo que pudo ser
la respuesta a tu pregunta,
o el gatillo de alguna conversación
donde te pediría que alejaras de mí
este mutismo, o más bien
la mala memoria de mis cuerdas vocales.
Que alejaras de mis manos el aplauso, o de mis puños el odio
con el que he eclipsado
la inquietud verbal de estar quieto.

Pero ahora, con la boca cerrada,
recuerdo el vuelo de aquellas palabras que se disparaban
por entre mis labios hacia tu oído,
por debajo de mi lengua,
de forma veloz y a veces torpe,
con miedo de ser atrapadas por las cerraduras calladas de mi cuerpo.


Chicha Ruidosa

5 de agosto de 2014

Sin título

Hablamos de amor sin saber su enigmático idioma
o rozamos la adrenalina pero solo en nuestros sueños
y a quién le importa a quién le ha importado alguna vez de lo que hemos hablado
no somos nada más que palabras gritadas al viento que nos llevan a viajar sin rumbo alguno sin ningún seguro sin pedirnos permiso
manoseamos las palabras sin cautela sin ninguna vergüenza jugamos a ser poetas a ser grandes voceros a manipular el lenguaje de nuestro lado para decir cosas bonitas pero no sabemos nada quizás todo es mentira nuestras vidas y las suyas invisibles
somos locos todos todos locos somos
puede que al final de esta historia ustedes tengan razón y nosotros seamos los pobres diablos.

Anónimo

4 de agosto de 2014

Naturaleza

Sintiendo al viento
me fui con él.
Caminando,
sintiendo al suelo
me convertí en tierra.
Viendo a ese pájaro
me deslicé por el aire,
trasladándome al bote
en el lago floté.
Escuchando al tambor
me di cuenta
que somos tambores.
Frente al fuego,
mis ojos me mostraron
mi interior.
Mirando,
descubrí que el tiempo
es un gran artista,
creando paisaje
y sorprendiendo a la vista.
Tré

3 de agosto de 2014

En paz

Muy cerca de mi ocaso,
yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


Amado Nervo