22 de abril de 2015

Exilio de muerte

Como si alejarme de la urbe me apartara realmente de la muerte de ésta.. ¡Já!

En solitarios pasos me aventuré a visitar a la mar, tal vez esperando un no sé qué de ella. Caminé lento -el cuerpo pesaba-, estaba desorientada transitando por la arena que encontrabase llena de algas y basura humana. Llegué a unas rocas, las cuales me invitaron a alejarme del bullicio de la playa y las personas para escuchar solamente el de las olas. Curiosamente accedí a esta invitación, adentrándome sutilmente a la mar, posandome sobre la roca más distante de la arena costera. Me siento a contemplar, o quizá, a dejar que las olas y el blanco sol mañanero lo hagan, exponiendo mi débil cuerpo en plena luz del día.

Mientras vislumbraba el misterioso horizonte, mi mente se perdía, a veces interrumpida por las intrépidas olas que reventaban cada vez más fuerte alrededor de mi --Yo no soy ninguna experta, pero tenía entendido que la marea no subía a esa hora del día--, dejé que las espumosas y densas olas siguieran amenazando mi estadía mientras mi mente se aquietaba. Para mi curiosidad, mientras más sosiego alcanzaba, más brava se ponía la mar.

Pasado ya un rato de vacía contemplación hacia fuera y hacia dentro, me dí cuenta de que si aquellas olas me tomaban presa, en eso me convertiría precisamente, una simple y fácil presa de la mar, moriría, mi cuerpo se encontraba inerte y sin voluntad. inclusive si un viento fuerte soplara y me tomara por sorpresa, caería, y yo... yo no lucharía contra la muerte que parecía acecharme a donde sea que fuese...já, Como si alejarme me apartara realmente de la muerte.

Moví mis débiles piernas para volver a la orilla y tumbar más cómodamente este pesado cuerpo. A lo lejos se divisaba una costa más concurrida, así que deje que mi cuerpo se desbaratara por ahí, yo había ido a la costa para alejarme de esas dormidas almas y muertas caras que parecían conspirar en mi contra como zombies donde sea que les pillase. Me tumbé en la arena, canturreando un par de cosas sin sentido, balbuceando y hasta babeando al no tener fuerza necesaria sobre mi cuerpo, mi saliva estaba salada, probablemente tenía arena en mi boca -no recuerdo bien ese momento del desbarataje de mi cuerpo-. Mi cuerpo tan dormido y agotado de mi, con lo que parecían ser mis ultimas fuerzas en ese entonces, se gira boca arriba para contemplar aquel azul cielo, quedándome ahí, atragantada en sutiles y saladas lágrimas que ahogaban el pecho y no afloraban. Ahí fue cuando perdí un poco la concentración en lo que sucedía con mi cuerpo, el cielo tenía tres grandes aves carroñeras volando en círculos, como si de alguna manera me sobrevolaran en ese día despejado, y donde sin embargo, mi visión se volvía nublosa de todos modos.... Llamenle paranoia, pero sentí que sutilmente estas aves se acercaban a mi, junto un pestilente olor que brotaba de la arena, ¿habrán sido las algas las que atrajeron a las moscas por aquí? ¿O fue la basura humana la que las cautivó?.

Mi cabeza sin fuerza alguna se deja caer a un costado. Fue ahí cuando por vez primera vi a un ave carroñera tan de cerca, ahí, tan inmediata a mi cuerpo, con su tosca piel roja en la cabeza. Aquel pájaro me miró a los ojos... los míos se cerraban a falta de energía. Sentí como me olfateó. Luego de eso, lo último que recuerdo es el dolor de mi pestífero organismo que se descomponía siendo despedazado.

No sé bien que sucedió después con mis restos, solo sé que alejarme del gentío y la urbe no me exilió de la muerte que en ella rondaba. Yo fui muerte. Yo fui suicidio. Yo me entregué a la mar, las aves y tal vez los peces, a ver si de una vez por todas volvía a la vida.


epifánika

No hay comentarios: