27 de abril de 2015

Domingo de otoño

Hoy,
Una especie de niebla inunda la tarde,
Pero hay sol, y golpea, golpea.

Un par de hombros frente a mi rostro
Me dice que yo soy solo una sombra
Atada a la espalda de quien me diera nacimiento.

Lo que le ocurre a mi padre
Me ocurre a mí.

Siento una mano sucia rozando mi nuca,
Tocándola.
La pellizca ahora, pero no siento dolor.

Súbitamente me despoja de la piel,
Como quien devela un objeto, de cuajo.

¿Por qué no habría de hacerlo?

Como con ojos curiosos, esa mano era la mía,
O yo soy aquella y mi cuerpo es solo una estatua.

Y esperando la existencia descubierta
Solo encuentro
Miedo,
Vestido tanto de palabra como de sueño.


¿Dónde estaré?


jvv

26 de abril de 2015

El ocaso de la humanidad

De mas está decir que, lo que estoy apunto de declarar, no es mas que la opinión personal de un humano transformado en persona, sometido por el sistema.

Me gustaría comenzar por aclarar un punto clave sobre la idea central: la libertad.

El concepto de libre albedrío va de la mano con el control sobre las grandes fuentes de incertidumbre presentes hoy en día en el mundo de la física. Lo que quiero decir con esto es que, o el humano carece de libre albedrío, o bien tiene control sobre la incertidumbre que afecta la existencia de cada partícula en nuestro universo, o al menos sobre aquellas que nos definen como seres humanos. De misma manera, cabe decir que la carencia de libre albedrío es incompatible con la idealización de este mismo, osea, sería absurdo considerar que carecemos de libertad si somos capaces de darnos cuenta de que esta es factible. Asumimos que la mente humana (y todo nivel de conciencia animal) trasciende en términos prácticos la existencia inanimada de la materia. Digamos entonces que, de no ser por la conciencia, mas precisamente la mente humana (en la cual nos enfocaremos a continuación), el universo tendría una existencia lineal, inalterable, sometida únicamente a los fenómenos variables de nuestro universo, como lo es por ejemplo el movimiento errático de los electrones dentro de un átomo.

Si tomamos en consideración el punto anterior, podemos determinar que a partir de la creación de la conciencia, el rumbo del "destino" se vio alterado por una nueva variable: la voluntad. De no ser por ella, todo lo que nos determina hoy en día como "humanidad" (prefiero llamarle sociedad, ya que de humano poco conserva), sería menos que un sueño. El simple hecho de estar escribiendo en estos momentos sería inimaginable (si es que si quiera pudiésemos imaginar sin ser libres), al igual que el hecho de que alguien, ustedes lectores, reciba este mensaje. Tampoco podría yo esperar que alguna mente iluminada leyese estas lineas, comenzase a pensar, transformase la ideas y compartiese su opinión con otros "humanos" (hoy en día, otras personas). Y ni hablemos de llegar a imaginar el concepto de sociedad. Y no hablo de solo convivir con otras personas, hablo de cultura, de identidad, de proveniencia, de respeto, de todos los valores que podemos apreciar de una sociedad. Mentira. No es solo eso. No son solo valores lo que debemos atribuirle a la voluntad. No. Recordemos todo lo que nos ha otorgado la sociedad, recordemos. Todos los dogmas, todas las ideologías, toda creencia, toda política. La ética, la moral, el "status quo". La democracia, la burocracia, la tecnocracia. Globalizando un poco, el abuso, la guerra, la codicia, la ira, el orgullo. Si no hay riqueza no hay pobreza. Si no hay fuerte no hay débil. Si no hay violador, no habrá violado. Y esto no es solo para nosotros,el "ser humano" de hoy en día, quienes nos cuestionamos sobre lo bien y lo mal que estamos haciendo las cosas. Aplicará para todo aquel que tenga voluntad de ahora en adelante, todo aquel que se cuestione que fue lo que hicieron antes que el, que será lo que el hará por el resto y que espera que el resto haga después de el. Nosotros somos lo mismo, al igual que nuestros antepasados, quienes se establecían sobre el legado de la generaciones mas antiguas. Todos fueron colaboradores de nuestra existencia, quienes colaboramos hoy en día para que nuestros hijos, nuestros nietos, nuestra legado, nuestra sociedad, la "humanidad" siga avanzando, de manera voluntaria.

Podríamos ponernos a buscar culpables. Los mas soñadores y fantasiosos esperarían algo como un cataclismo producido por el calentamiento global, una invasión zombie provocada por la propagación de un virus de laboratorio, o una guerra mundial contra un grupo de robots rebeldes que cobraron conciencia propia, para así poder atribuirle los males del planeta al progreso "inalterable" de la tecnología, de los avances científicos, practicas que se alejan de nuestro estado natural como "humanos". Los mas resignados y resentidos culparán a la sociedad, a los vicios del humano moderno, a los jefes de estado, a las autoridades religiosas, y junto con los mas existencialistas, culparán a la falta de trascendencia que tienen factores tan banales como las leyes, los principios éticos y la sociedad moralista. Pero no debemos olvidar que la voluntad es algo propio de la conciencia, la capacidad de alterar la existencia es única de los animales, mas precisamente, de los seres humanos.

El rumbo que toma la existencia no es inalterable, definitivamente. Pero este solo tendrá dos variables a considerar. La tendencia del mismo a cambiar, dada la incertidumbre inherente que implica existir en un universo, o bien, la existencia de la conciencia, la existencia de la voluntad.

No se puede culpar a la sociedad, tampoco se puede culpar a la tecnología, ni menos podemos culpar al mismo planeta. Nos encontramos sometidos únicamente a nuestra libertad. Es el libre albedrío aquel que nos llama hacia el borde del abismo, y somos nosotros mismos, no como sociedad, no como raza humana, sino como individuos, como mentes, como conciencias, únicas e indivisibles, quien decidimos seguir avanzando, mas y mas, hasta que la caída sea inminente.

Nuestro enemigo es la luz de la humanidad.

Prometeo

22 de abril de 2015

Frío

Pensar en el frío es sentir sus afilados cuchillos nuevamente penetrando los poros de mi piel,
es dormir con un montón de ropa sobre los pies de la cama,
es teñir de humo el aire en cada exhalación somnífera.
Pensar en el frío es escuchar las goteras cayendo en los platos,
los quejidos de las paredes chillonas, y el rechinchineo maniático de los dientes vecinos.
Pensar en el frío es ver a un perro guacho, a unas patas peladas,
y a unos cartones mojados por la lluvia de otoño.
Pensar en el frío es pensar en la muerte,
en la ausencia del único dios que nos ha dado la vida,
es pensarse viviendo entre las sombras que se ocultan detrás del Sol.
Pensar en el frío es miedo, soledad, monotonía e injusticia,
mentiras, engaños, abusos y torturas.
Pensar en el frío es pensar en nosotros viviendo muertos esta perra esclava vida.


Anthóstines

Exilio de muerte

Como si alejarme de la urbe me apartara realmente de la muerte de ésta.. ¡Já!

En solitarios pasos me aventuré a visitar a la mar, tal vez esperando un no sé qué de ella. Caminé lento -el cuerpo pesaba-, estaba desorientada transitando por la arena que encontrabase llena de algas y basura humana. Llegué a unas rocas, las cuales me invitaron a alejarme del bullicio de la playa y las personas para escuchar solamente el de las olas. Curiosamente accedí a esta invitación, adentrándome sutilmente a la mar, posandome sobre la roca más distante de la arena costera. Me siento a contemplar, o quizá, a dejar que las olas y el blanco sol mañanero lo hagan, exponiendo mi débil cuerpo en plena luz del día.

Mientras vislumbraba el misterioso horizonte, mi mente se perdía, a veces interrumpida por las intrépidas olas que reventaban cada vez más fuerte alrededor de mi --Yo no soy ninguna experta, pero tenía entendido que la marea no subía a esa hora del día--, dejé que las espumosas y densas olas siguieran amenazando mi estadía mientras mi mente se aquietaba. Para mi curiosidad, mientras más sosiego alcanzaba, más brava se ponía la mar.

Pasado ya un rato de vacía contemplación hacia fuera y hacia dentro, me dí cuenta de que si aquellas olas me tomaban presa, en eso me convertiría precisamente, una simple y fácil presa de la mar, moriría, mi cuerpo se encontraba inerte y sin voluntad. inclusive si un viento fuerte soplara y me tomara por sorpresa, caería, y yo... yo no lucharía contra la muerte que parecía acecharme a donde sea que fuese...já, Como si alejarme me apartara realmente de la muerte.

Moví mis débiles piernas para volver a la orilla y tumbar más cómodamente este pesado cuerpo. A lo lejos se divisaba una costa más concurrida, así que deje que mi cuerpo se desbaratara por ahí, yo había ido a la costa para alejarme de esas dormidas almas y muertas caras que parecían conspirar en mi contra como zombies donde sea que les pillase. Me tumbé en la arena, canturreando un par de cosas sin sentido, balbuceando y hasta babeando al no tener fuerza necesaria sobre mi cuerpo, mi saliva estaba salada, probablemente tenía arena en mi boca -no recuerdo bien ese momento del desbarataje de mi cuerpo-. Mi cuerpo tan dormido y agotado de mi, con lo que parecían ser mis ultimas fuerzas en ese entonces, se gira boca arriba para contemplar aquel azul cielo, quedándome ahí, atragantada en sutiles y saladas lágrimas que ahogaban el pecho y no afloraban. Ahí fue cuando perdí un poco la concentración en lo que sucedía con mi cuerpo, el cielo tenía tres grandes aves carroñeras volando en círculos, como si de alguna manera me sobrevolaran en ese día despejado, y donde sin embargo, mi visión se volvía nublosa de todos modos.... Llamenle paranoia, pero sentí que sutilmente estas aves se acercaban a mi, junto un pestilente olor que brotaba de la arena, ¿habrán sido las algas las que atrajeron a las moscas por aquí? ¿O fue la basura humana la que las cautivó?.

Mi cabeza sin fuerza alguna se deja caer a un costado. Fue ahí cuando por vez primera vi a un ave carroñera tan de cerca, ahí, tan inmediata a mi cuerpo, con su tosca piel roja en la cabeza. Aquel pájaro me miró a los ojos... los míos se cerraban a falta de energía. Sentí como me olfateó. Luego de eso, lo último que recuerdo es el dolor de mi pestífero organismo que se descomponía siendo despedazado.

No sé bien que sucedió después con mis restos, solo sé que alejarme del gentío y la urbe no me exilió de la muerte que en ella rondaba. Yo fui muerte. Yo fui suicidio. Yo me entregué a la mar, las aves y tal vez los peces, a ver si de una vez por todas volvía a la vida.


epifánika

17 de abril de 2015

16/04/15

He pensado mucho como para declararme inocente, y hoy escupiré sin represión, para ver si los lejanos me atienden, para ver si los necios como yo se toman el tiempo de reflexión. Y si en la desesperación de los bullicios alzo mi grito, será para liberar el dolor de la tierra de este mundo que consideran chico, porque el necesito se convirtió en creencia, y sin resistencia matamos la vida en idiotas cuatro hitos. Qué violencia, el primero y el último fue renegar en los corazones, y ahora sin orientaciones camina el espíritu perdido, pero más ido anda el humano que no fluye, lo que toca destruye, y si huye en busca del palpitar, el espiral lo sacude sin sentimientos de nostalgia. Porque el segundo y los segundos son guerra, y cómo no lo han de ser, si la hoguera vive encendida, del día a la noche, de la noche en día. Rían, pero es cierto, y no hay que mirar el cielo ni a la virgen María para que se manifiesten los supuestos, sino buscar en la misma sangre de nuestras viejas heridas llanas. El tercero es el mañana, o más bien fue, porque el mañana ahora es ayer, que se extravió sin querer en el silencio de los que están dopados. Yo también lo estuve una vez, y a veces creo que lo sigo estando, a pesar que he abierto los ojos en tantas ocasiones, y me la he pasado observando en busca de muchos otros ojos que comuniquen, que sin palabras prediquen el canto desgarrado de nuestro dios. Y ahora he dicho dios, pero no tengo miedo que me miren como a un loco, pues no hablo de gracia suprema ni de sueños rotos, sino del orden que poco a poco va tomando caminos equivocados, que asesina por supervivencia, que muere lentamente.
Y ahora si quieren, ignoren lo que he dicho, pues yo sólo quería compartir una sincera opinión.


V.T

Mañanas

Cuando dan las siete en punto de la mañana, suena el tenue despertador. Se escuchan dos quejidos y un lamento antes que se encienda la lámpara de la mesa. Un poco menos de 10 segundos tarda el hombre en levantarse de la cama, e ir a la cocina para calentar el agua que cebará el primer mate del día.
Mientras hierve el agua, el hombre vuelve a su pieza para desnudarse, y con frío vestir sus ropas del día anterior. Muchas veces éstas huelen mal, pero a él ya no le importa, finge creer que su colonia barata logra ocultar su desinterés humano.
Aún en calcetines, el hombre se sienta silencioso a tomar un breve desayuno, un sobrio pan y un azaroso engaño a la barriga. Cuando repentinamente bosteza, lo hace mirando hacia afuera, como si algo buscase a través del intermediario vidrio. Pero nada mucho ve en aquella sucia ventana que sólo deja mostrarle la brillosa oscuridad mañanera.
Son en esos momentos cando el hombre se queda, esperando que detrás de la rendija, algo pase: el vuelo de un pájaro aún adormecido, la puntualidad de las primeras auroras, o cualquier bendita intromisión.

Pero nada, las mañanas son casi idénticas unas de otras.

Entonces entra al baño, cepilla sus dientes, y sólo si se acuerda lava de su cara los rastros de un interrumpido sueño. Antes de salir, permanece observándose frente al espejo fijamente a los ojos, como si con el peso de su mirada pudiese hacer hablar a quién atrás se esconde.

Pero nada, las mañanas son casi idénticas unas de otras.

Entonces el hombre ata sus cordones, recoge su mochila y sale presuroso de su casa. En el camino saca su chauchero, cuenta las monedas para el pasaje y coloca los ciento cincuenta pesos en su bolsillo izquierdo. Si la mañana llueve, camina con rápidas pisadas y la mirada gaucha, pero si no, un espino y pensativo aire lo hacen andar. Mientras espera la micro, mira la hora y calcula cuánto se demorará, mira también los cielos y piensa sobre el clima. Al subirse saluda al chofer, paga y a veces, da las gracias. Luego busca un lugar donde pueda sentirse cómodo para dar rienda suelta a sus infinitas mediaciones, por lo general un esquinado asiento al fondo de la micro.

He ahí el flujo de la dispersión. Y entonces no puedo yo contar la historia de los días y de las noches de este hombre de rutinarias mañanas.


Zacarías Flores

13 de abril de 2015

Trance

Ya no sé dónde estoy
ni cómo me llamo
ni qué suelo estoy pisando.

Ayer vi al sol ponerse negro
y luego vi salir un ave de la tierra.

Ya sé que esto no es real
que se puede definir como ficción
una ilusa mentira.

Sin embargo, aún sigo aquí
a pesar de que ya se cuál es la verdad.


Ñañes

8 de abril de 2015

Ventana

Miras la ventana. ¿Y qué ves? Yo diría que nada, que sólo tu mirada se pierde en el instante. En una de esas, quizás sea una posición cómoda para asentar el pensamiento.  Pero más pienso que no estás en nada. Nada de nada.
De seguro yo estoy en menos, y eso que estaba mirándote fijamente a los ojos que miraban el no sé qué en la ventana. Y me veo aturdido en tu ausencia que no mira, perdido como un pájaro en busca de su nidal, o melancólico como el lobo que aúllale a la luna.
Prefiero agachar la vista antes de tiempo, que mirar hacia otro lado. Entre mis rodillas me siento al margen de los curiosos, en refugio de las voces que tímidas puedan preguntar que me pasa. ¿Y qué me pasa? Nada, claro. Sólo soy uno más de los tantos que sufren en silencio.
¿Y cómo no iba yo sufrir? Si tenía un rasguño bajo la piel que se expandía en vez de curarse. Eran horas eternas que se hacían eternas sin ella. Sin ella. Sin ella. Pues al final, es de ella de quién hablamos, de su afilada existencia, de sus enceguecedores coloridos, de la vida que suave me confiscaba.
Pero morir nunca era perecer, era sólo una lenta y fría estocada, un decaer progresivo seguido por  ojos llorones, pies arrastrados y miedos indómitos. Ya en el suelo, la herida aún más brotaba e incesantemente, moría yo una y otra vez.

Pero morir no era perecer. Después de muerto despertaba con nostálgica resaca, y a duras penas, podía caminar. Pero ya nada importaba, el sol ya está en lo alto nuevamente.


Catakúm   

2 de abril de 2015

Las noches

Algún otro día,
Pero hoy no es ésta mi casa.
Por el temor instalado en las ventanas,
Por las persianas y sus constantes movimientos.
Un ruido. Hay algo afuera, algo.

Todas las noches se oyen pasos
Yendo y viniendo: son los míos.
Mi cuerpo vaga casi sonámbulo
Y se asoma, trémulo, esquivando las paredes
Y el sonido. Algo ha muerto,
Algo yace en la oscuridad y en el silencio.

Es a ellos que está el mundo abrazado.
Todo es incierto, tantas siluetas
Confundidas o difuminadas en el espacio.
Solo llego a distinguir una luz anaranjada
Allá arriba, muy alejada de las carnes,
Justamente infructuosa.
Una luz que cultiva una mayor desesperanza;
Solo restan cuerpos despiertos
O media mirada en vigilia.

Con la creencia
De alguna pesadilla inminente,
Me voy.

Un vacío calmo de horas como segundos.

Nada ocurre y con razón fue una creencia.
Otro día es otra noche
Y una tormenta.



Chicha Ruidosa