Sí, no estás bien. Tu rostro se ha desfigurado; tu piel ya no es tu piel; tu cabello ya no me deslumbra; tu sonrisa ya se tornó falsa. Siempre mirando con extrañeza la locura que te rodea; siempre llorando astillas.
Tú, querida y sumisa humana. Tú, que siempre te encuentras al borde de la lástima, que siempre te asfixia la desesperación, giras alrededor de la humanidad desgarrando con dedos sangrantes la corteza sanada de llagas y cráteres asesinos de almas y corazones amantes.
Tú, amiga de la tristeza y la soledad, afirmas sordamente que tu Edipo está enclaustrado en su amargura, niegas a boca cerrada que eres capaz de golpear y huir del cementerio en que te tienen, tráeme un sendero por el cual pueda caminar a tu lado y así acompañarte en el futuro mismo del presente que no habita entre nosotros. Déjame salvar el antro decadente de tus vísceras vacías. Deja que mi brazo anide a tu cerebro, y que mis arterias latentes reciban tu desdicha y la acaricien hasta que se vuelva azúcar. Recuesta tus pulmones en el viento de la vida.
Estefanía Parra
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