Debo escapar de mí. Lo necesito. Dar un paseo, alzar los ojos y soltar: primero el lánguido y pesado cuerpo, los brazos y los hombros, las rodillas y los pies, la espalda y el estrés. Y cuando ya me siente viento y esté al borde de ser desprendido de mi rama, soltaré mi mente...
He ahí el vuelo verdadero y eterno.
Anónimo
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