Para ellos éramos insignificantes, pequeñxs niñxs salvajes
revoloteando y saltando a sus pies; de hecho, nos querían por lo mismo, por ser
tan inquietos...
Los gigantes seres cuya piel era tosca y surcada han vivido
más generaciones que nosotros.
Ellos nos enseñaban y nostrxs escuchábamos, lxs mirábamos y
aprendíamos... De lxs hijxs de Gea, nosotros nos creímos superiores, pensábamos
que ya no nos quedaba más por asimilar, cuando en verdad, solo empezábamos a
hacerlo.
Reíamos y decíamos que ya habíamos crecido, que ya no
dependíamos de los árboles, los vimos como objetos y dedujimos que los podríamos
utilizar.
Empezamos a cambiarlos, a mutarlos, a matarlos.
Ya no los veíamos como unos sabios, no los veíamos como unos
amigos, como hermanos.
Fuimos ingratos. Aun así ellos nos querían, nos protegían
del frío, del hambre, de los desiertos.
Y seguimos pensando así.
El hambre crece, los desiertos avanzan devorando todo con su
seca boca, las tierras de hielo se evaporan, el frío duerme a nuestro lado.
Los gigantes nunca han dejado de hablarnos. Nosotrxs dejamos
de escucharlos, pero todavía podemos aprender.
En el silencio, se susurran constantemente...
En el vaivén del viento se pueden escuchar...
- Nosotros los cobijamos con nuestras ranas, los protegimos
con nuestras hojas...
Hicimos lo que pudimos.
Ustedes nos negaron, nos olvidaron, nos mataron para y por
sus propios caprichos...
Aun así los entendemos, les decimos y esperamos
que escuchen... Aún estamos a tiempo.
Anónimo
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