La neblina cubre la noche. No tengo frío pero mis manos
tiritan. Mis ojos no logran enfocar las caras que cruzan mi andar y mis pasos
dudan.
Pienso en el tiempo que pasó, aquel que me despojó de toda alegría,
aquel que me quitó todas mis máscaras dejando mi rostro desnudo enfrentándose
a la negra realidad.
Vago por la ciudad y busco desaparecer: ahogarme en el hoyo
profundo de la desgracia y del anonimato. Entro en un bar de mala muerte y
lleno una y otra vez mi vaso. El veneno desintegra lentamente mi consciencia y
me sustrae del presente. Una sonrisa yace en mi alma borracha.
Poco a poco, me voy hundiendo en un agotador sueño. Mis
párpados pesan y se dejan caer sin oponer resistencia alguna. Me veo inmerso en
una penumbra infinita…
A lo lejos escucho una voz que me habla y enseguida siento una
cachetada en mi mejilla. Abro apenas mis ojos y borroso de pie ante mí está el
mesero, que cumple con su trabajo de despertar a los infelices que escapan de su sombra.
Thor
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