18 de marzo de 2015

Tallarines quemados

A pesar de que eran de mundos completamente diferentes y contrastados por nociones que inútilmente intentaban reencontrarse con cada beso, ella le había enseñado a él algunas cosas que tenían bastante sentido. Lo educó en el arte de ocupar calcetines distintos sin preocupación alguna, le regaló la facultad de comer tallarines quemados, de hacer cualquier cosa que sintiera en el momento justo sin preocuparse de los demás, de reírse de cualquier estupidez que los sorprendía y lo adoctrinó en la magia de crear un planeta que fuese solamente para los dos, salvándolo. Y a pesar de que hay muchas personas que creen indispensable andar con los pies en la tierra, la verdad era que la tierra andaba con los pies rendidos ante ellos.

N.G. 

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