23 de marzo de 2015

...

No sabía si sus ojos desmentían las duras palabras,
si existía una luz que se camuflase detrás de esas murallas de colores tan bien edificadas,
el minutero fue sepultado bajo la tierra prometida,
y ahora vivía yo sin sus horas de eterno sol.

Pero aún a oscuras me irradiaba,
me entregaba el mismo único calor de aquellas lejanas lluvias,
esas lunas pasadas de perfecta afinación,
los estruendos silenciosos, los no tan silenciosos, las inagotables gotas de vida.

Mi corazón piensa o pienso en mi corazón, ese que vibrante me llevó tan al margen del camino,
tan remotamente fuera de sus aires, cual fantasmal alucinación del pasado,
le grito ¡maldito!, como un necio rencoroso que se arrepiente de sus andadas,
que no se reconoce preso de sus disimulados impulsos que le advertían obvios desencajes.

"El no aferrarse a la vida deja rastros y huellas señores,
quizás talves, esté bien llorarle en silencio, desearla extraviado de sus brazos,
mantenerme sin escuchar su voz, sin alcanzar a abrazar ni besar sus días,
ni poder olerla, apretarla, sentirla, empaparme de ella por infinitos tiempos,
y además,
tener que deleitarse, día tras días,
entre pequeñas rendijas del espacio,
con la misma mágica entereza que hace palpitar mis de antaño y de siempre segundos."


E.R.

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