10 de septiembre de 2015

Probabilidades

El otro día estuve pensando un poco en la vida de la gente, y en como todos le dan un valor distinto. Ya sea porque todas las personas son distintas, o los caminos que toma cada uno divergen constantemente. También podemos relacionar esta capacidad a la ineficiencia del humano al compartir directamente, utilizando un lenguaje como medio, y abusando un poco de la interpretación de pasada. Lo importante es que hay muchas maneras distintas de verlo, muchas posibilidades.

Es ahí cuando pienso que, al fin y al cabo, la gente no es algo en realidad muy particular. Es cierto, vivimos en un ecosistema, en el planeta Tierra. Desconocemos la existencia de vida fuera de esta y consideramos que debemos cuidar la vida como algo preciado. A veces la sociedad, el resto de los animales, todos los vegetales e incluso cada una de las bacterias que viven en nuestro mundo, nos pueden hacer pensar incluso que tenemos algo especial, algo que nos mueve y nos permite idealizarlo.

Pero si dejamos eso de lado, no diría que somos especiales. Creo que simplemente somos.


Prometeo

6 de septiembre de 2015

Planos

La guerra es evidente, y nxs insulta a cada horizonte. El sol ilumina a todxs por igual, y las manos siempre se han calentado por su centro. ¿Cómo es posible entonces, no poder sentir lo mismo al sangrar y ser heridx?
La vida es la única palabra por escuchar, transporte de todo destello, suspiro de alabante manto. Si bien la solitariedad rehuye, aún así nxs despierta a gritos.
La verdadera línea acecha nuestros corazones y se despide tierna, en cada atardecer.
"Si no es hoy, será mañana."
Nosotrxs, ilusxs, seguimos con la esperanza de que aquél día nxs descubrirá. Por mientras, mantenemos tontxs nuestros disfraces.


Anónimx

O.

Del brote había sido despojado, 
no me quedaba tinta por derramar 
Mis manos estaban rajadas a cada línea, 
y la piedra era lo único que adentro poseía. 
La piedra se había apoderado de cualquier desaire, 
a cada paso, a cada peso. 
Una vez la tuve en la garganta, 
a punto de vomitarla por siempre, 
con Dios a mi amparo, 
pero ni eso logró arrebatármela. 
Me la tragué lenta y sin reparo. 
En otra ocasión la tuve en mi pecho 
encajándose a cada respiro, 
hundiéndose bajo cada llaga. 
La piedra susurraba muerte, 
y el susurro lo hacía propio, 
de pensamiento a sueño. 
Aunque no morí ni hoy muero, 
el miedo fecunda, 
el miedo que la piedra desplace al corazón, 
si es que en las horas del insomnio, 
no lo ha hecho ya.  


Anónimo