Ya no quiero caer en la misma
profundidad de siempre, no quiero volver a embarullarme bajo el mismo divagar
insano. No quiero engañar a nadie más, ni menos que se malinterprete cualquier consensuada
precisión. Es más, trataré de ser lo más explícito posible, aunque en su
momento no me permita a realmente serlo.
Y qué más pertinente que partir
contando que no sé por dónde partir. Que debería todo ser tan natural, y tan
sólo dejarse llevar, fluir. Que los
segundos se comprendan por sí solos, que no tengan que cumplir con tal grado de
gravedad intrínseca, impidiéndolos así, de completarse e integrarse. Mi Yo inevitable,
piensa concienzudamente en el inicio, en cómo uno puede saltar sin temor a la
caída siendo simple peso muerto, en cómo desencajar las incoherencias. Fácil
dicen todos, “sólo hay que dejar de
pensar”. Y claro está, que si fuera tan fácil, simplemente uno no pensaría en
como saltar, ni en cómo desobstaculizarse, sino que se escabulliría sin más
entre los cordones del viento, se convertiría uno en agua siendo recoveco de
mar, o suspiro de río, o arderíamos incesantes hacia los fríos cielos.
Pero, pausa. Siempre las hay.
Todo parece estar replicado, condenado a un sometimiento general, a una
búsqueda infructífera de sentidos, mensajes, señales, azares y calces. ¿Y qué
consecuencias trae tal nivel de maquinización? Avanzar a ojos cerrados es
imposible, manar en el ciclo es aterrador. Cierto aire de miles habita mi
cuerpo, me susurran, se convencen, se empoderan, me relevan, y se resisten,
bravos, a cualquier intromisión del presente. Y el que la paga, son los días,
que parecen no vivir, como si me sustrajesen de ellos mismos a otros días u
otros presentes paralelos.
Todo irremediablemente es falso. Lo
que he dicho y lo que diré. Puede que sean posibles respuestas pero en la oscuridad, yo releo,
rescribo, y me declaro en desacuerdo.
Retrevarta
No hay comentarios:
Publicar un comentario