Aquí es otra historia, se vive desencajado, fuera de lugar. Las paredes resultan más anchas y las voces se pierden en la indiferencia. Yo camino para distraerme, para remontar en el vacío de la no-inercia, para no pudrirme en la nostalgia.
De vez en cuando, entro al baño y observo el reflejo que allí se ve. Miro fijamente a los ojos, portales del pasado, pues es ahí donde nos escondemos los lejanos tontos enamorados.
Sonrío para mis adentros, con ella en el recuerdo y a mi lado, y por un poco, me siento más distendido.
Pero no tan lentamente, me embarga la violenta contraparte, el eslabón maldito. La mirada se vuelve dura, y busca perdida un punto donde apoyarse, una interacción donde se encuentren todos con todos, sin disfraces ni artilugios, sin memoria ni prescritos.
Involuntariamente se me agita el corazón, y desvío la mirada, y pienso en ella, y en mí, y en él, y en los mundos por los cuales ya no quiero moverme.
Luego, pienso la noche ajena y en los autos que pasan...
E.R
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