2 de diciembre de 2014

De perras y otros insomnios

I
Nunca me susurraron los gorriones
el secreto mágico para poder dormir.

¿Acaso no me dejarás tranquilo
hasta que lo grite sin cesar?
¡Dos más dos nunca será cuatro!
y tu intento fallido
de hacerme entender la lógica puta
me importa nada.

Ya basta de cuchicheos por lo bajo
si a esta hora sólo cantan los gallos.

Insomnio puto
puto de los mil putos
yegua loca de mi memoria
qué detestable es el placer que te produce mi no-descanso.

II
En qué podía yo dispersarme a estas alturas de la noche, el té me había dejado el estómago caliente y la gotera de la ducha había cesado su impertinente caída. Mis ojos permanecían abiertos con inconmovible fijeza y no se apagarían sin antes haber resuelto y materializado ciertos pensamientos. Lo preocupante de todo este asunto, era que se hablaba de nada, nada como fin último y certero que incongruentemente no se concretaba, y lentamente se disipaba en la insolución, dando inicio a otra brumosa nada. La gota volvía a caer y el mándala suspendido en el aire no dejaba su inerte baile.

(Habían de esas noches lúcidas, provechosas, precisas, de ésas que con fina aguja se esbozaban grandiosos telares. Habían de esas hermosas noches... Qué lástima que hoy, no era una de ellas, sino un vicioso vacío justificado.)


III
Quizás hay algo de perfección en la locura…
Algo espléndido,
casi como un secreto de estos mundos terrenales…
Algo algo algo,
diametralmente alejado de las sucias manos científicas...

IV
¿Podía ser yo, de alguna forma, un ave sin tener la capacidad de volar?

V

6.10 - 6.26 a.m
El ave, conocido por el nombre de "Aguilucho", despierta de su sueño y emite una (sólo una) seca y rápida exclamación: kyaaah.

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