16 de diciembre de 2014

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Es la hora del metro en que hay paradas diferidas, lo había planeado hace tiempo, nadie lo sabía, “no hay vuelta atrás” pensé. Lentamente, alejo las ruedas de la línea amarilla, cierro los ojos y por un instante soy consciente de mí mismo, de la discapacidad. Una ola de valor recorre mi cuerpo, me insita a seguir, abro los ojos fuertemente para lanzarme a la oscuridad. La decepción me golpea de súbito al darme cuenta que el metro ya pasaba por la estación, “Tendré que ir a la cita en el Sótero”, una gran carcajada brota de mis labios.

-Lunera

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