Es
la hora del metro en que hay paradas diferidas, lo había planeado hace
tiempo, nadie lo sabía, “no hay vuelta atrás” pensé. Lentamente, alejo
las ruedas de la línea amarilla, cierro los ojos y por un instante soy
consciente de mí mismo, de la discapacidad. Una ola de valor recorre mi
cuerpo, me insita a seguir, abro los ojos fuertemente para lanzarme a la
oscuridad. La decepción me golpea de súbito al darme cuenta que el
metro ya pasaba por la estación, “Tendré que ir a la cita en el Sótero”, una
gran carcajada brota de mis labios.
-Lunera
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