24 de noviembre de 2015

La piel eterna


 Estas letras no serán la pinza que extraiga la espina,
sino que la navaja desafilada que ingenuamente
creerá haberme degollado, pues sé que desde hace un tiempo
mi cabeza se viene, ella sola, despidiendo de mi cuerpo.

Estas letras no serán la pinza que extraiga la espina,
tampoco el martillo que la entierre cual estaca.
Estas letras son vacuas,
en la medida que me signifiquen risas
o ceniza a sus costados.

Pero no han de ser, ¡no serán!
Ellas se asientan como pilares pintarrajeados,
y creo reconocer en los trazos que los cubren
otros de años más y más alejados:
el fantasma que recurre a reunir las letras de mi nombre,
los rasgos fundamentales de mi rostro.

Fue así como quise dejar algo sobre mi dorso.
La excusa de su creación como gatillo de un amor no sincerado.
La excusa de su cristalización.

Oh! Hermano,

¿Cuándo fue que te transformaste en sonrisa y yo ceniza a tu costado? 


J. Velado

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