Cándidas observaciones se azotan
contra la progresiva debilidad de tu musculatura.
Entretanto asoma, antes de germinar el llanto,
el eterno cuarto de sol, o fragmento equívoco,
que por tantos años permaneció instalado
en mis visiones y posibilidades remotas.
Que no era sino comodidad, inercia,
escalón que ya daba por sorteado.
Pero allí estaba, siempre, buscando ser luz
en una idea carente de ella.
Buscando ser verdadero, el sol.
Ese cuarto es el que hacia mí ahora se torna.
Y lo hace como si novedades de otras eras
estuvieran arribando por fin a esta parte.
Cargando la incertidumbre arraigada en ellas.
Ese cuarto vuelve, pues hay algo más fuerte
por lo que llega.
Me doy cuenta hoy que aquel largo olvido
donde estas cosas no brotaban,
se debió a la decepción consagrada,
silenciada entre ciertas capas de recuerdos.
La de no ver ese mundo sino como un mero
capricho de líneas, intentos vagos y vanos
por querer retratar algo y no poder.
Por querer vivir más allá de esto.
Decepción... como muchas otras.
Pero aquella no representó una, en realidad.
Porque consistió siempre en mi ser plasmado, incipiente,
genuino en lo erróneo y absurdo de mi acto.
Y de ahí que haya que omitir
ciertos prismas que a ratos nos traicionan.
Ahora, después de varios escalones,
puedo decir que el resto de sol que faltaba
más allá de esas puntas enroscadas,
era mi propia vida intangible.
jvv
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