La oscuridad y sus respectivos dominios suelen escurrirse como claras aguas correntosas. Sus encuentros y desencuentros dependen de la adaptación de la paciencia, de nuestra ancestral e ignorada naturalidad.
Los laberintos suelen ser irreductibles, debido a que juegan con las orientaciones. Resulta difícil no atraparse entre dos caminos necesariamente equívocos. La pasividad y la renuncia se transforman en armas de doble filo: forjan cuando hieren.
Hoy hasta las arañas me ayudan a descomponerme, como si fuesen tumbas las ausencias prematutinas, prenocturnas, presenciales.
El momento ya no deja dormir, y se expande cada vez más invisible por entre las paredes, por entre las esquinas de mi bóveda. La confusión se hace certeza cuando se reconoce en los sueños, ambas saben sin hablar.
La salud ilumina de lejos, las pisadas son casi inexistentes, el pensamiento es reloj, la duda no espera.
La vigilia es un caos en sigilo, para quien no sabe qué está protegiendo.
A.T
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